Por pequeña que sea la marcha uno
siempre tiene el placer de volver…a veces aunque solo te espere tu casa, es
suficiente, pero mucho más cuando hay personas que anhelan tu regreso.
Cuando nos marchamos algo se va con
nosotros que intenta perdurar en quien se queda y que invisiblemente tira de
nuestro corazón para no perder la pista dónde está el camino de vuelta.
He conocido personas que continuamente
quieren iniciar períodos nuevos, vidas diferentes con gentes distintas y
lugares desconocidos. Nunca he entendido la aventura continua, el
descubrimiento incesante y esa imperiosa necesidad de ser y estar siempre con
lo nuevo. Será que me gusta vivir con apegos, estar en mis sitios y con mis
gentes aunque mi corazón sea un poco nómada en lo que respecta a conquistar
otras almas que caminen a la par.
Querer siempre lo que no se conoce me
parece de algún modo necesitar ser siempre nuevo para otros. Dejar atrás lo que
no nos gusta y reponerlo o sustituirlo rápidamente en nuestro interior por
aquello que aún tiene algo que decirnos. Posiblemente sea una especie de huída
de nosotros mismos o una oportunidad de seguir mejorando si tenemos alma
errante y corazón de nómada.
Me gusta cambiar de aires, conocer
lugares nuevos, gastronomías distintas y placeres diferentes…pero me gusta
hacerlo con personas conocidas y gentes que amo. Ese es el verdadero sentido de
los descubrimientos, el poder compartirlos, el volver juntos y el recordarlos
más tarde para poder revivirlos de nuevo.
Tal vez los apegos me invadan por completo.
Posiblemente, mi corazón eche raíces con demasiada facilidad y sobre todo,
quiera retener lo que ama para conquistar nuevos mundos dentro del que ya
tengo.
De cualquier forma, siempre es un
placer volver y encontrarte con lo que aquí espera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario