El
otro día alguien me preguntaba por las veces que me habían dejado en una
relación o las que yo lo había hecho. Fue una pregunta curiosa que me dio pie a
reflexionar sobre el tan traído y llevado tema sobre si me dejaron o dejé de amar.
Sin duda, después de evitar la
respuesta por unos momentos me di cuenta de que en realidad eso nunca importa,
sobre todo porque en sí mismo es un hecho engañoso que no nos aporta ninguna
información fidedigna.
Muchas veces nos dejan por cómo actuamos
o nos implicamos en un amor y otras dejamos por lo mismo, con respecto a la
otra persona. En cualquier caso, poca trascendencia tiene el estricto hecho de
decidir terminar con la relación, que puede que no con el afecto, porque en
realidad tomar la decisión es un acto simplemente de valentía ante situaciones
que son insostenibles.
Cuando he pensado en los momentos en
los que he tenido que decidir algo así, me he dado cuenta que me habían dejado
a mí, antes ya. Tal vez sin palabras, pero con la fuerza de los hechos que se
imponen siempre como valor de cambio en los sentimientos. Por eso, quién deja o
no, carece de relevancia y lo único que indica es que un día existió una chispa
encendida entre dos fuegos que no llegaron a quemarse.
Casi siempre, que te dejen o tú dejes a
alguien no significa que no sientas en el corazón la ruptura, porque lo que en
una relación sucede es lo que en economía se denomina la “lógica rentabilidad
del inversor”. Todos invertimos en las relacione que comenzamos. De alguna manera
disponemos de un efectivo que se llama, amor y que lo entregamos a fondo
perdido, en un principio, pero con la esperanza de conseguir una productividad
semejante, al menos, con la que restablecer el cuidado, el compromiso y la
dedicación dispuesta a favor del otro.
Cuando
fracasa la inversión afectiva, las expectativas puestas en el proyecto se
desvanecen y queda el vacío de sentir perdido aquello por lo que hemos apostado
y lo entregado también.
Nadie queremos naufragar cuando amamos,
básicamente porque las pérdidas en el amor tienen tanta fuerza que rápidamente
nos encontramos desnudos frente a nosotros mismos sin el abrigo que hemos
entregado a otro.
A
fin de cuentas, no importa que te dejen o seas dejado. Lo que interesa es saber
si cuando dejaste a alguien esa persona había iniciado el camino mucho antes
que tú.
Dime: serías capáz de dejar un amor, de renunciar a el solo porque supones que el otro ya te dejo?
ResponderEliminarCuando hablas de los celos tocas ese límite de la libertad de cada quien dentro de la relaciòn...y creo que dentro de esa libertad está implícita la iniciativa de seguir el camino que mejor convenga a una de las partes.
Tus palabras suenan a suave agua que alivia el dolor que deja la ruptura; tienes razón, es posible que cuando tu das el primer paso, el otro ya lleva caminado un buen trecho y solo es cuestión de aceptar que los caminos se cruzaron.
Mis caminos hasta ahora siempre han seguido el derrotero que un dia les tracè: a veces miro a lo lejos y solo veo una estela de rosas, de luces y al mirar el cielo una infinidad de estrellas y luceros que hemos sembrado para iluminar el futuro que nos espera y el largo camino que hemos soñado.
Un abracito tibio.
...!
Lo que se ha amado de verdad nunca termina. El amor siempre se conjuga en tiempo presente. Cuando se ama, aunque no esté el objeto que ha suscitado el amor, éste permanece...como mullido colchón del alma. Porque el AMOR no es su espectáculo, ni la expresión desbordada de la pasión ciega, ni el estracto onírico del delirio romántico. El amor es la esencia que subyace por debajo de lo aprente. Lo que permanece. Aquello que cuando sucede no se va jamás.
ResponderEliminarNo mi querido amigo del Atlante mar...no sería capaz de dejar a un amor por suponer que ya me abandonó. No porque yo lo decidiese así, sino porque si era AMOR él toma decisiones propias en las que ni yo misma podría hacer nada.
Otro abrazo...esta vez sideral.