Tener celos solamente
nos habla de inseguridades, de miedos, de infravaloraciones y baja autoestima. De
pasiones irrefrenables, de corazonadas que la razón no entiende, de rabia
contenida contra fantasmas propios.
Efectivamente, los celos también hablan de sentimientos,
pero lo hacen por su peor lado. La zona oscura de la mente. Ese reducto al que
nunca querríamos pasar ni siquiera acompañados.
Cuando los celos aparecen, se pone en juego el sentido de la
propiedad privada, olvidando que en el amor nada se compra ni se vende y que ni
siquiera se alquila.
Tener celos es auto condenarse en una celda de castigo sin carcelero ni llave a la
que recurrir. Supone asomarse a una profunda sima en la cual es nuestra propia
mano la que nos empuja al abismo.
Lo peor de todo es lo celos no tienen sentido. Y no lo
tienen porque si la otra persona cambia sus sentimientos, el compromiso consigo
mismo y la necesidad de lo que ama por otra persona, entonces no es que todo
esté perdido, sino que habremos estado en una equivocación perpetua y la salida
de los creímos el amor de nuestra vida será siempre un alivio.
A veces, lo que se llaman celos no son más que evidencias
pero en ese caso los celos también son absurdos porque lo que sucede no puede ,
si es que tiene que pasar, y en ese caso lo mejor es la libertad de actuar y
dejar actuar como el corazón de cada cual dictamine.
Cuando uno siente celos en el fondo lo que tiene es miedo a
perder lo que considera suyo y sobre todo a perderse con ello. A quedarse
enganchado en una cuerda floja que van a dejar de sostener. A ser desplazado
del camino y quedar tirado en la cuneta de las ilusiones muertas por un tiempo
indefinido.
Sin embargo, hemos de llegar a la conclusión de que los
celos son absurdos. Si alguien se enamora de otra persona nadie puede hacer
nada, ni siquiera el propio enamorado y lo mejor es, en ese caso, dejar que
siga el camino de su propio corazón, aunque duela. Si por el contrario son
fantasmas los que crecen en el sinsentido de la duda hay que serenar el ánimo y
poner templanza en el alma para concluir que si nos aman de verdad, nada ni
nadie puede cambiarlo.
Un viejo amor me enseñó que nadie posee a nadie y que reclamar propiedad o derechos sobre el otro es tocar límites y derechos que le corresponden a ninguno de los dos en el caso de la pareja.
ResponderEliminarAprendì entonces que la libertad dentro de una pareja es el mejor pegamento para unirla; no fue fácil aceptar que nunca podría poseer y que esa paloma tenía la libertd de volar cuando lo quiciera...y fui libre y feliz.
Hoy después demas de 40 años y leyendo tus palabras confirmo una vez mas que ella tenía razón; mis relaciones siempre las enfoco desde esa perspectiva: libertad y por supuesto responsabilidad frente a los compromisos adquiridos y refrendados en el tiempo y en la comunidad de objetivos de vida.
Un abrazo cálido desde el otro lado del atlante mar...en donde el sol parece ( quiere ? ) derretir el aire.
...!
Estimado amigo de este rincón tan nuestro, tan de todos...me ha encantado tu frase: ..." la libertad dentro de una pareja es el mejor pegamento para unirla"...
ResponderEliminarA mi también me ha costado mucho no apegarme al concepto de "posesión", al presumible derecho de tener al otro al saber que ambos estamos en el amor. Pero he llegado a entenderlo. Sólo en libertad es posible AMAR porque no hay cadena más fuerte que el simple deseo de querer, QUERER.
Envidiamos desde aqui...el tórrido sol que os inunda!!!***