Cuando estudiábamos la gramática castellana en nuestra infancia, estas tres acepciones se ligaban a un mismo verbo. Hoy me doy cuenta que nada tienen que ver una con otra y que lejos de ser sinónimos a veces aluden a realidades absolutamente contrapuestas. Mientras cuando se ES nos instalamos en un estado de permanencia que dura por siempre, cuando se ESTÁ lo hacemos eligiendo, en cierto modo, la situación en la que nos situamos. Sobre PARECER pudiéramos decir que no depende tanto de lo que somos, sino de la proyección que lanzamos al exterior y es recogida por el resto.
Tan singular es el juego que dan estos tres términos que se enredan entre sí, muchas veces y pueden usarse con las mismas palabras acompañantes mientras en cada caso habrá un significado diferente para cada una. SOY rubia, morena o pelirroja, por nacimiento y genética; puedo ESTAR rubia, morena o pelirroja por elección y por último, depende de quién me observe y sus criterios puedo PARECER rubia, morena o pelirroja en diversos grados. Lo mismo nos sucede con los estados del alma, con lo que somos, con lo que parecemos o cómo estamos en un momento determinado.
Puedo ser buena o mala, intrínsecamente, por aprendizaje, influencia del ambiente, circunstancias o genética karmática. Lo seré y desde esa posición de posesión de mi propio estado de bondad actuar incluso inconscientemente. Esta circunstancia es la más difícil de manejar puesto que los patrones de comportamiento se incrustan en un pasado nuestro o ajeno que influye continuamente sobre la conducta.
También puedo estar mejor o peor, quedarme instalada en el mal, en la agresión, en la ira o en el enfado perpetuo e ir con esas actitudes conviviendo con los demás. No olvidemos que estar equivale, de algún modo a elegir y ello nos puede ayudar a cambiarlo. Si estoy mal, puedo elegir estar mejor y luchar por ello. Basta cambiar los esquema de planteamiento de lo que entendemos por problemas y ver en las dificultades oportunidades de crecimiento interior y mejora.
Por último, si parece que somos malos o buenos…nos situamos en el terreno de la opinión del otro y ese camino es débil, fluctuante y absolutamente subjetivo. No nos compete. No es nuestra realidad intrínseca. Solamente es una opinión externa que podemos considerar u obviar según nos importe la persona que emite el juicio y el valor interno que concedamos a éste mismo.
De las tres acepciones, solamente la primera reviste dificultad si queremos cambiarla. Trabajar para modificar el SER es un trabajo arduo pero no imposible. Siempre hay posibilidad de mejora. En cualquier caso, siempre podremos inventarnos de nuevo si desde lo más íntimo de lo que somos nace la gozosa necesidad de hacerlo. Comencemos por soñarnos distintos y el proceso de transformación se habrá iniciado.
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