Hay
momentos en la vida en la que las desgracias se suceden; en los cuales las circunstancias
parecen apretarnos hasta casi asfixiar y en los que debemos parar a escuchar el
mensaje que tan bruscamente vienen a presentarnos.
Casi siempre, estos mensajes ya han sido dados por la vida muchas veces sin que
hayamos hecho caso. Les hemos obviado porque estamos apegados a lo conocido, a
las rutinas, a lo malo de lo peor sin hacer nada. Por ello, esta escuela de
enseñanza directa y pragmática, nos sacude con problemas mayores y, por fin,
consigue que abramos los ojos y nos pongamos a “entender”.
Las
mismas enfermedades son avisos, señales de lo que no va bien, de lo que no es
bueno para nosotros o de aquello que nos está haciendo mal. Nos aferramos al
famoso” Mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer” y eso nos perjudica
siempre.
Nada
pasa porque sí. Todo sucede para un mayor y mejor posicionamiento nuestro. Si
sabemos escuchar, si sabemos captar el mensaje positivo que hay en lo negativo
podremos liberarnos de las cadenas que nos atan a lo que consideramos “ mío”.
Esa pequeña y cortita palabra nos deja pegados al sufrimiento de lo que podemos
perder y que creemos nuestro, pero en realidad nada nos pertenece, nada es para
siempre, nada dura eternamente.
Cuanto
más aprendamos a soltar, mucho más rápido lograremos liberarnos de las
cerraduras de la mente dando libertad al alma.
En
definitiva, cuando abandonamos este mundo lo soltamos todo, hasta el cuerpo.
Detente
ante lo que quiere decirte la vida cuando algo va mal.
Recoge
el mensaje.
Para,
con el fin de comprenderlo en toda su
amplitud.
Actúa
en consecuencia.
Nada
de lo que nos sucede nos llevará a un punto peor. Estamos diseñados para
alcanzar la mejor versión de lo que vinimos a ser.
Escucha
a tu cuerpo. Obsérvate. Mírate a los ojos en la profundidad de la imagen de un
espejo. Entiende que la vida es sencilla y que está de tu parte.
No
lo compliques tú.
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