En cualquier parte
del mundo, cualquier comunidad, cualquier grupo, cualquier individuo tienen
cosas en común.
La sonrisa, las
lágrimas, el amor, el miedo, la tristeza…las emociones y el corazón hablan el
mismo idioma.
Las fronteras no
marcan diferencias en ello. No hay vallas, no hay límites, no hay muros que
puedan dividir los sentimientos. En todos los lugares y los tiempos hay
situaciones que nos unifican.
No hay colores que
impidan sentir lo mismo, ni prohibiciones, ni banderas, ni símbolos.
Todos somos uno
cuando sufrimos o gozamos.
Os dejo esta breve
reflexión.
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“Cuatro viajeros
provenientes de distintos países que seguían la misma ruta juntaron el poco
dinero que tenían para comprar comida.
-El persa dijo:
comparemos angur.
-El árabe contestó:
no, yo quiero inab.
-El turco no estuvo de
acuerdo y exclamó: de eso nada, yo comeré uzum.
-El griego protestó
diciendo: lo que compraremos será stafil.
Como ninguno sabía lo
que significaban las palabras de los demás, comenzaron a pelear entre sí.
Tenían información,
pero carecían de conocimiento.
Pasó por allí un
hombre que dijo:
-Yo puedo satisfacer
el deseo de todos ustedes, denme su dinero.
Los viajeros
accedieron a la solicitud del recién llegado. Al cabo de un rato, el hombre
regresó con aquello que todos habían mencionado sin saber que se referían a lo
mismo: uvas.
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