Todos los
sentimientos negativos nos atrapan, pero también los positivos. Si la ira anida
en ti serás preso de ella, si lo hace la tristeza, te engullirá pronto, si por
el contrario es la euforia, la alegría o la pasión pondrán cadenas en tus pies
para que no te separes de ellas.
Nada te deja
indiferente, todo lo llevas contigo.
Si huyes de algún
fracaso y crees que encontrarás el olvido en otros lugares, en otras risas o en
otras miradas, estarás equivocado porque ello irá contigo y deberás resolverlo
dentro de ti en cualquier lugar que te encuentres.
Por eso, suelta lo
que no te haga sentir bien e incluso lo que te hace sentir demasiado bien.
No te asustes.
Soltar no es que atrapes nada, sino que nada te atrape a ti.
Veamos este breve
relato.
“Dos hombres habían
compartido injusta prisión durante largo tiempo en donde recibieron todo tipo
de maltratos y humillaciones. Una vez libres, volvieron a verse años después.
Uno de ellos preguntó al otro:
-¿Alguna vez te
acuerdas de los carceleros?
-No, gracias a Dios
ya lo olvidé todo -contestó-. ¿y tú?
-Yo continúo
odiándolos con todas mis fuerzas -respondió el otro.
Su amigo lo miró
unos instantes, luego dijo:
-Lo siento por ti.
Si eso es así, significa que aún te tienen preso.”
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