Somos
energía que se transforma con aportes de nueva corriente energética que emana
continuamente de nuestros pensamientos.
Nuestras
células nos escuchan. Son capaces de entender nuestro lenguaje, pero no sólo
aquel que se expresa en palabras, sino de aquel que en silencio se comunica con
la mente.
El
propósito, el deseo. La poderosa atención sobre el órgano o sistema que
deseemos cambiar o mejorar.
Leía
hace unos días:
…”Se
puede comunicar para bien, con las células del cuerpo con la misma facilidad
que se puede comunicar para mal. Su mente puede estar absorta en preocupaciones
y causar úlceras; absorta en tensiones de negocios y causar una enfermedad del
corazón. También su mente puede absorberse en la paz de la naturaleza y rejuvenecer
su sistema de digestión; estar ocupada en deleite tranquilo y curar su corazón.”
La
elección es suya.
( Robert
B. Stone)
Parece
que este autor nos invita a enviar
energía positiva a las células, junto con un mensaje amable de aprecio y alta
estima. El agradecimiento por formar parte del buen funcionamiento y equilibrio
de nuestro cuerpo es el colofón de una fórmula muy sencilla para mejorar o
sanar.
Se
trata de buscar un lugar cómodo para estar con uno mismo; un momento tranquilo
para hacer el ejercicio y una disponibilidad abierta de diálogo con nuestro
cuerpo.
Respirar,
inspirar y espirar de forma profunda y pausada.
Cerrar
los ojos y hacer un scaneo de nuestro cuerpo para determinar qué parte de él no
va bien.
Agradecer
su funcionamiento hasta ahora y restablecer una regeneración de sus funciones
mediante la visualización de ese órgano, piel, pelo, etc…en perfecto estado.
Ver
nuestra imagen frente a nosotros llena de energía salud.
Repítelo.
Créelo. Créalo.
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