Cuando
éramos niños lo era. Por mucha escasez de recursos que tuviesen nuestros
padres, siempre esperábamos algo. Siempre lo había.
Son
muchos los que tienen nada aún. Muchos los que viven en las calles o sufren en
un hospital o están en condiciones de ni siquiera desear.
Sin
embargo, esta Noche de Reyes no deja de ser mágica y si no lo es para recibir,
lo es para pedir.
Apelo
a la gran alegoría del ofrecimiento de los Reyes Magos al pequeño que tenía por
cuna un pesebre. Apelo a lo que representa la desnudez del niño y los regalos
de sus Majestades.
Me
llama la atención la irónica circunstancia de regalar al rey del universo
cuando él tenía todo lo que no se veía.
Nacía
con un mundo lleno de mundos en sus manos y con la fortaleza de un dios para
defender, en la tierra, su mensaje.
Ese
fue el regalo que nos dejó. Tener fuerzas para ser, sentir y defender lo
nuestro y lo ajeno. Capacidad de estar en los zapatos del “otro” para
entenderlo compasivamente. Y sobre todo, corazón para ser el soporte de
nosotros mismos cuando la tierra se hace agua bajo nuestros pies.
Esta
noche siempre será especial; con regalos o sin ellos. El mejor regalo será
pedir un deseo a la estrella que simbólicamente nos alumbrará hoy. A esa
estrella que es única para cada uno. La nuestra.
Pide
tu deseo. Incluye a quien desees. Visualiza tu sueño. La realidad te dará
respuestas. El camino se irá abriendo y tú darás los primeros pasos para
conseguirlo.
¡Feliz
Noche de Reyes!
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