El
amor es lo mejor que puede pasarnos. Lo mejor. Y también lo peor. Si
efectivamente no hay nada igual al amor, tampoco lo hay con el desamor.
Sin
embargo, estoy convencida que lo más importante que hemos venido a hacer aquí es
a amar, a mejorar nuestra forma de hacerlo, a aprender a aumentarlo, a
ejercitarlo.
Hay
muchas formas de amar. Hay muchos tipos de amor, pero todos y cada uno
convergen en esa energía poderosísima que mueve el mundo, que cambia nuestro
microcosmos, que lo revoluciona todo y todo lo hace posible.
Incluso cuando el amor es imposible de materializar
siempre tendrá existencia real dentro de nosotros. Nos impulsará a ser más y
mejores, nos moverá a estar de mejor humor, a ser más amables, a estar en una
actitud más compasiva; y es que cuando uno ama todo cambia en él, en el mundo,
en su mundo.
Es como si un halo invisible nos recubriese
por completo y nos llenase de fuerza.
Muchas
veces, la vida nos echa un pulso. Nos pone delante del amor cuando menos
podemos abrazarlo. Aún así, vamos hacia él como si nos arrastrase sin remedio
un huracán cuyo centro es nuestro corazón.
No
importa, incluso, si somos correspondidos o no; si es posible o imposible, si
es un castigo o una bendición. El amor arrastra, desborda, inunda, empuja y sobre
todo, te cambia, te mejora, te empondera.
Enamorémonos.
Sigamos en el amor. Enredémonos en él. Gocemos de la energía inmensa que nos
inyecta. Sea posible o no. Lo será en nuestro interior.
Será
real de cualquier forma.
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