Una medida de lo que nos sucede dentro, de las
heridas no sanadas, del dolor oculto o del silenciado es la forma de reaccionar
ante lo que parecen ofensas de otro.
La ira que sentimos no es provocada. La ira está. Su
origen puede ser desconocido para nosotros, inconsciente o no determinable,
pero existe. Algo, alguien, alguna situación fricciona junto a lo que permanece
y lo enciende.
¿Por qué me molesta tanto lo que “me dice”?¿Por qué
siento que un fuego se me desata en las entrañas “cuando lo oigo”?¿De qué forma
me indignan “ sus modos”?...estas y otras preguntas se responden desde lo que
ya ocurre y se despierta en nosotros al paso de lo semejante.
Saber reconocerlo es un magnífico primer paso para
modificarlo.
Os dejo un breve relato al respecto.
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…”Un monje decidió meditar a solas, lejos de su
monasterio. Se llevó su barco a la mitad del lago, amarrado allí, cerró sus
ojos y comenzó a meditar.
Después de unas horas de silencio de tranquilidad,
repentinamente sintió el golpe de otro barco chocando con la suya.
Con los ojos cerrados, sintió que su ira iba en aumento; cuando abrió sus ojos se dispuso a gritar al barquero que había perturbado su meditación. Pero de pronto se sorprendió al comprender que era un barco vacío el que había golpeado al suyo.
Probablemente se había desatado y flotaba solo en el
medio del lago.
En ese momento, el monje tuvo una gran visión. Él comprendió que la ira estaba dentro de él; simplemente necesitaba el golpe de un objeto externo para provocarla.
A partir de entonces, cada vez que vía a alguien irritado,
se acuerda.
La otra persona
es simplemente un bote vacío. “
RUMY
La ira siempre está dentro de uno mismo. Sin duda.
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