A veces, uno vive la
vida engañando a otros. Otras haciéndose el engañado y la mayoría auto
engañándose. Y esa es la opción peor. Porque cuando engañamos a otros caemos en
un error de respeto por la persona que tenemos enfrente y tal vez, de
desconsideración y de ultraje, pero cuando nos engañamos a nosotros mismos
perdemos toda la posibilidad de rescatarnos de los errores y las equivocaciones
quedando abocados al sufrimiento, sin remedio.
Sabemos que la
mentira propia, la que nos contamos a nosotros, en su fondo, grita la verdad
descarnadamente pero logramos taparla muy bien. Nos perdonamos con demasiada
facilidad y con ello, entramos en una dinámica de escaladas continúas a un
reino de taifas en el que nunca ganamos.
Ser sincero con uno
mismo tiene costes, en ocasiones muy altos. Equivale a arriesgarse a que no nos
guste lo que vemos cuando miramos al espejo del alma. Significa enfrentarnos
con la verdad y tener que asumirla. Supone reñirnos a nosotros mismos, vernos
desde fuera y mandarnos rectificar.
La mayoría de las
veces preferimos ocultarlo tras la liviandad de quitar importancia a lo que hacemos,
elegimos lo bueno de lo malo y nos quedamos con lo que parece que no nos culpa.
El autoengaño nos
lleva a vivir una vida que no es la nuestra. A estar en el alma de otro, a
ultrajar nuestro corazón hasta dejarlo seco y cuando queremos rescatarlo para
entregarlo a quien lo merece, no logramos encontrrlo ya. Lo hemos perdido para
siempre sin habernos enterado que ya no es nuestro.
Nos engañamos cuando
mentimos a quien amamos o a los que son bondadosos para nosotros, cuando
componemos las situaciones para que parezcan otras, cuando somos desleales o
infieles. Nos engañamos cuando queremos hacer ver la claridad a los demás,
mientras navegamos entre tinieblas, cuando estando lejos de la verdad queremos
acercar un simulacro de ella a los oídos que nos escuchan. Y lo más mezquino es
que en todo este proceso, nos creemos mejores, más inteligentes e infinitamente
más hábiles para andar por la vida.
Yo me pregunto si
esas personas algún día sabrán quién viste sus pantalones y quién cabe en su
corazón. Me pregunto si podrán entregarlo, algún día, sin tener la certeza de
que regalan humo a quien espera simplemente encontrar su verdad.
Me encantan tus pastos. Saludos matinales y besitos.
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