Hay personas que se empeñan en demostrar debilidad y hasta creérsela. Se trata de no hacerse cargo de responsabilidades y buscan que les compadezcan eximiéndoles de lo que les correspondería hacer. Se presentan indefensas, incapaces de resistir las dificultades, sometidas a los vaivenes de las desgracias, abandonadas a la suerte de cada día. El resto de los que viven a su lado se sienten, a su vez, obligados a defender a estas personas sutiles, frágiles e impedidas para la lucha. Se empeñan en no ser capaces de poder con la vida y como si se tratase de un depredador, se acoplan a quienes sienten pena por ellos. Estas personas protegen su debilidad porque en ella está su pasaporte a ese bienestar confuso en el que la comodidad da paso a la dejación. Estas situaciones tienden a cambiar las posiciones entre los que se implican. Poco a poco, el defensor del débil para a ser el sometido y comienza a sufrir esta tiranía como presa. El débil no abandona su postura porque le crea una situación de dominio en la que se siente fuerte. Dráculas de los afectos que distorsionan las emociones de tal forma que estrangulan a quienes tienden su mano para apoyar con su ayuda. Los débiles terminan mostrando su fortaleza cuando el que ayuda no puede más. Entonces, una vez que ha comprobado su poder de convicción, su capacidad de lograr la voluntad y la lástima del que se apiada o su aptitud para la persuasión…es capaz de levantar la cabeza, sonreír y marcharse en silencio regalándonos el mensaje de que se sienten infelices cuando nadie responde a su llamado, pero que saben muy bien elegir a sus colaboradores y despedirse de ellos cuando ya no cumplen su función.
Todos conocemos gente así. Yo aún tengo una mirada clavada en mis ojos, de una aparente víctima de la debilidad que nos tiranizó a muchas personas. Le dejo mi gratitud porque de ello he aprendido mucho. Lástima que esta persona siga siendo depredadora de nuevas víctimas. Tal vez…algún día…ella también aprenda. Esa esperanza me compensa.
Después de leer este post, me queda un gusto amargo, como el de una almendra que no espero. Y pienso..., estaré identificándome con el drácula o con la víctima?, cualquiera de los dos aspectos me vale. Puedo ponerme en ambos lados de la dualidad. Siento profundamente tus palabras, y por eso utilizo esta otra palabra que supongo conoces, para dirigirme a tí: Ho'oponopono, lo siento, perdóname,te amo, gracias.
ResponderEliminarPrefiero no identificarme con el nombre, solamente soy una lectora amiga de este blog.
Gracias por tu luz...el H´ponoppono es el camino y funciona...GRACIASpor recordármelo. Bs
ResponderEliminarY la sufrimos en silencio, autoconvencidos de el trauma de su niñez es la causa de su comportamiento. Hasta que a lo largo de los años descubrimos con amargura que han anulado nuestra voluntad, que se nos ha ido la vida. Que nunca tuvimos una muestra de cariño, que solo somos el vehículo para que esa persona llegue hasta donde quiere llegar. Entonces el fuerte pasa a ser el débil, pero seguimos a su lado porque realmente amamos a esa persona.
ResponderEliminarTriste, cruel, real. Como la vida misma.
Así mismo...menos mal leí esto..para no sentirme tan sola..tan víctima estúpida..incapaz de tomar las tiendas de su propio destino....como dices...una aguanta porque es familia, amamos a nuestra manera o amamos lo que era antes o lo que creíamos era....
EliminarAsí mismo...menos mal leí esto..para no sentirme tan sola..tan víctima estúpida..incapaz de tomar las tiendas de su propio destino....como dices...una aguanta porque es familia, amamos a nuestra manera o amamos lo que era antes o lo que creíamos era....
EliminarGracias por tu paso por este post. La vida es un trayecto de construcción de uno mismo; hay personas que parecen dificultar el crecimiento y otras que ayudan continuamente. Todas son válidas porque generan respuestas en nosotros que tarde o temprano nos devolverán a nuestro centro.
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