Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 11 de noviembre de 2020

LA PUERTA DEL CIELO

 

Para todos hay una puerta del cielo. Todos podemos pasar a través de ella y mirar y gozar de los tesoros que hay dentro.

Posiblemente esta alegoría venga ligada, en nuestra mente, a las enseñanzas bíblicas que nos enseñaron en la infancia. Quizás, imaginemos un cielo arriba, un azul penetrante, una luminosidad inmensa y una puerta custodiada por un ángel, santo o profeta que nos pedirá cuentas antes de poder pasar al otro lado.

 


 

Nada de eso es así. Se trata del cielo que es para nosotros ya mismo. Aquí y ahora. En lo cotidiano y en lo extraordinario. En el día y en la noche. En nuestro estar fuera o nuestro sentir dentro.

Aquí está todo ya. El cielo y el infierno. De cada uno depende enredarse en acciones y comportamientos que nos den felicidad o lo contrario. Que nos hagan cargar con un peso aplastante o nos serenen en los sentimientos y pensamientos puros.

Se trata de la paz. Va de amor. Incide en la alegría serena del alma. En una disposición inmediata para sentir la plenitud de estar bien con uno mismo. Se trata de no necesitar; de no poner las expectativas en “otro”, de no tratar de llenarnos siempre de fuentes externas cuyas aguas del placer sean pasajeras.

La puerta del cielo tiene una llave; una que solamente nosotros podemos troquelar. Será a nuestra medida. Con las muescas que convengan al corazón; las que sean de su talla, las que no esperen recompensas, ni quejas, ni peticiones, ni solicitudes. Porque no es necesario ningún requerimiento, ni pregunta, ni siquiera asomo de duda. Porque lo que es verdadero permanece siempre y todo lo da.

La puerta del cielo está en tus manos.

Solo hay que cerrar los ojos un instante y poner en nuestra mente un pensamiento: todo está bien. Estoy en mi cielo particular. No necesito nada.

Todo está ya dentro de mí.

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