Estamos inmersos en un mundo de contrarios. La cara de la moneda explica siempre su vuelta.
Cuando la vida cambia de ritmo y de cualidad está cayendo en el contrario de lo que era, lo que significa que está en el mismo punto pero en su dorso. No muy diferente aunque lo parezca, no otra cosa aunque lo percibamos así.
Por si dudas de tu mundo al revés o si estás encantado con él, en ningún caso excedas el temor o la alegría porque todo vuelve a su cauce, todo se posicionará de nuevo. El cauce del río siempre avanza hacia delante. Nada nos hace retroceder. Lo que sucede siempre es para nuestro mejor avance en lo que debemos mejorar.
En lo malo siempre hay algo bueno. En lo imposible, algo posible. En el gozo, alguna amargura; en la luz, muchas sombras.
Nada es lo que parece. Nada es permanente. Todo cambia. No somos los mismos ni al minuto siguiente de leer esto. No somos los de ayer. Ni los de hace unos años. Tampoco los de mañana. Por eso no aventuremos lo que vamos hacer, lo que seremos, lo que pasará.
No tengamos miedo a perder. Nada es perdido en las vivencias que nos tocan en suerte o en desgracia. Porque en realidad, no es ni una cosa ni la otra. Es nuestro plan de vida, el de cada uno, el que vamos a protagonizar queramos o no.
Somos almas, por encima de este cuerpo con el que nos identificamos y desde ese lugar, desde lo más puro de nosotros, todos somos iguales. No hay buenos ni malos. No hay blanco ni negro. Solamente reinamos en la paz y el amor.
Lo importante es saber conectar con lo que no es aparente, con aquello que hemos olvidado al nacer. Si logramos hacerlo alguna vez entonces estaremos más cerca de quien creemos que es nuestro adversario de lo que podemos creer nunca.
Más cerca de todo lo que amamos y ni siquiera lo sabemos.
Más cerca de nuestro ser limpio y poderoso sin emplear para ello ni egoísmos, ni orgullos, ni apegos, ni dependencias.
Lo imposible lleva dentro lo posible.
No lo olvides.
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