No
se oye el viento,
ni se mueven las hojas
Con
el paso de mi pensamiento,
No
vuelan las nubes,
ni se alza el sol
En
el devastado cielo,
Nadie
escucha lo que digo
Por
mucho que me llene el esfuerzo.
No
gritan mis anhelos
Ni
corren mis suspiros
Desde
mi alma a tu eterno sueño.
No
se dibuja tu cara en mi pecho
Ni
tus manos rozan mi piel de nuevo.
Estás
en el silencio impávido
De
los que ya han cruzado el velo
Y
te detienes para siempre
En
el dulce olor a caramelo
Que
de ti llevo como broche
De
brillantes con luz propia
En
lo más profundo de mi duelo.
No
necesito este día,
Ni
otro diferente para el recuerdo.
Todos
son en mí el mismo,
El
que quedó grabado a fuego
En
el calendario del único dato
Que
por ti siempre, conmigo llevo.
Tu
silencio, mi silencio.
¡El
silencio de los muertos!
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