Siempre
hemos aludido a la luna para referirnos a aquello que es inalcanzable pero
también para aquello que muy deseable y que querríamos tener junto a nosotros.
La
luna, tan lejana y cambiante, tan resplandeciente y luminosa, tan mentirosa y
seductora, tan lúcida y transgresora.
Una
luna a la que todos hemos mirado alguna vez suspirando anhelos reales o
inconfesables, peticiones imposibles o deseos inalcanzables.
Si
pierdes tu luna pierdes una parte importante de la esperanza, un trozo de ti
que se quedó dormido cuando eras niñ@; un pedazo del alma que se congeló en
algún momento en el que te perdiste de ti.
Luna
que creas la sombra de lo invisible,
Que
inventas gotas de amor sobre
la
calma pesada del silencio que llora.
Luna,
lunera…que sigues los pasos
de
quienes sin pies corren raudos
Con
sus pensamientos amargos.
Te
miro y pienso que si te pierdo
Perderé
para siempre
El
sonido del viento gimiendo,
Tus
caricias dulces sobre mi pelo,
Los
deseos que lancé hasta ti, hace tiempo
Y
las ganas de perderme en los sueños
Con
la nana sonando en mis adentros.
Luna,
lunera…
y
tu mano, madre, sobre mi aliento.
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