La
vida tiene muchas caras, da muchas vueltas, nos pone del revés muchas veces y
nos asombra protagonizando situaciones en las que siempre creímos actuar de
otro modo si nos tocasen a nosotros.
Nada
es lineal. Nada suma dos y dos. Nada permanece, ni nada nos empuja si nos
quedamos atrás.
Tendrás
muchas ocasiones de comprobar que lo que tanto empeño pusiste por que fuese de
otro modo, es todo lo contrario; que aquello que detestabas es lo que tienes
que soportar, que lo que te parecía lejano a ti es lo más cercano.
Nos
vemos inmersos en momentos duros, en circunstancias adversas, en situaciones
difíciles y en todo ello no nos queda, muchas veces, más que “aceptar” con el
menor drama posible.
Porque no dependerá de nosotros el resultado final de la
ecuación y porque por mucho que lo queramos no tenemos el control de nada que
sea externo a nuestro propio yo.
Es
difícil aceptar las limitaciones y los errores propios pero aún lo es más
hacerlo con los ajenos. Estamos tan a disgusto, a veces, en dónde estamos o
cómo estamos que preferimos ver telenovelas, programas de reality o analizar la
vida del vecino para atenuar nuestros males. Los demás también lloran. A los
otros también les va mal. La vida es dura, no sólo en nuestro caso, sino en
general. Eso nos consuela.
No
nos queda otra. Aceptar y con ello tratar de suavizar el panorama que tenemos
delante.
Se
trata de nuestra salud, mental y física. No podemos intervenir en cómo otros se
comportan. No podemos cambiar los resultados del resto. Por ello, aceptemos lo
que llegue y asumamos cambios en nuestro comportamiento que nos lleven a
sentirnos mejor.
No
hay nada más posible.
Sé
tú. El resto, no depende de ti.
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