Son
muchas las ocasiones en las que creemos estar mal. Muchas las veces que nos
falta el aliento y el ánimo flaquea. Muchos los momentos inciertos en los que
parece que no hubiese mejores tiempos para nosotros.
No
hace falta nada más que mirar a nuestro alrededor para poder empezar a valorar
lo que tenemos y no quejarnos por lo que nos falta.
Creemos
estar mal. Nos sentimos aún peor. Sin embargo, hay muchos otros que pueden
servirnos de consuelo. Personas que darían todo por lo que nosotros tenemos o
por lo que gozamos sin darlo importancia.
Un
ala rota no significa perder la movilidad, porque ésta además de física siempre
puede ser mental.
Tu
ala rota seguro que estará compensada por otras muchas habilidades y virtudes
que te dan la movilidad del alma que necesitas.
Os
dejo un cuento breve al respecto.
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“Era
una mariposa fea. Tenía colores pardos y soltaba una pelusilla gris cada vez
que se posaba en una flor. Volaba como si tuviese un ala rota, en tanto las
amarillas lo hacían como breves fogatas sobre las olas del mar. Oculta tras un viejo
árbol veía con admiración la fuerza interior de los monarcas; a ella le dolía
el ala cuando volaba: reumatismo
juvenil, -le había dicho su mamá, -es cosa de familia. Por tal razón, hacía
paradas frecuentes y eso molestaba a las flores pues manchaba sus pétalos con
su pelusa gris. Esa mariposa tiene mucha caspa, -cuchicheaban entre si.
Cuando
ella se enteró dejó de hacerlo y se guareció en el viejo cedro.
Tiempo
después, las flores se volvieron pálidas y una masacre de arrugas les llegó de
improviso. Algunas en silencio padecían la vejez, otras sollozaban al verse
ajadas y polvosas.
La
mariposa fue hacia ellas y aún así tuvieron fuerza para decirle "llévate
tu caspa a otra parte." Pero una flor infante, le dijo: acomódate a mi
lado y cuéntame de la vida, pues mi aliento se escapa y no conozco el mundo.
Le
habló de la montaña, del viento, de la alegría del pájaro y del viejo cedro
donde lloraba.
-Sigue
contándome, -musitó la niña flor…
Los
días siguieron como los caballos que trotan en la pradera, como la gota que
rueda por el fruto, llovía pelusa gris sobre la flor. Hasta que un día pidió
que la peinara y la mariposa vio que la luz había llegado de nuevo a sus
pétalos…
La flor sonrió:
La flor sonrió:
”Quédate conmigo y abrígame. Me has quitado la pena, y
me has obsequiado el deseo de mirar las puestas de sol, y escuchar el clarín.”
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