Hoy
he matado un ser vivo. Siento en el alma lo fuerte que resulta leerlo. Me sentí
fatal cuando un impulso repentino de autodefensa estúpida me llevó a dejar caer
un papel, y la fuerza de mi mano, sobre aquel pobre animalito.
Me
avisaron que se presentaría ante mí. Así, con su inocencia tranquila caminando
rápido sobre unas hojas de lechuga.
Aquí se llaman “cortapicos” porque tienen una
tijeritas en su cola con la que van abriéndose paso cortando el aire y meneando
salerosas sus patitas laterales.
Desenvolví
el vegetal y lo puse en agua. De pronto, el animalito saltó sobre la encimera
de mi cocina y sin pensarlo le asesté un breve golpe que acabó con su vida. Al
instante me pregunté el por qué. No representaba ninguna amenaza para mí, ni tampoco
había desarrollado ninguna alerta de ataque. Era tan indefenso y breve que no
podía representar ningún peligro.
Me
asusté sin razón y acabé con su vida. Lo siento en lo más profundo de mí ser
por mucho que algunos de lo que estén leyendo esto les parezca una tontería. Pero
no lo es.
Todos
formamos parte de todo. Él era parte de mí y yo de él o al menos, participamos
de lo mismo en lo mismo.
Cada
vez me supone más pensar las consecuencias nefastas del miedo. Miedos
irracionales, ancestarles, de costumbre, de la infancia, de siempre.
Miedos
que no tienen sentido y a los que concedemos mucha importancia. Se vuelven
monstruos que actúan por su cuenta y nos utilizan como marionetas a su antojo.
No
fui yo. No fue mi yo amoroso. No fue ni siquiera mi yo en alerta. Fue ese miedo
espontáneo y automático quien no me dio tiempo
a sacar al animalito de mi casa con una sonrisa pensando que con esa acción,
seguiría viviendo.
Me
advirtieron que saldría de aquella lechuga…y aún así no pude dejar de
reaccionar con el hábito arraigado de ejercer nuestra fuerza sobre lo indefenso.
Me
sentí fatal.
Me
servirá para poner freno a la impulsividad. Estoy segura.
Ha
costado una vida.
Te comprendo, hoy pisé una cucaracha y me sentí despiadada. Lo hicimos siempre, desde que decidimos preservar nuestro espacio como lo hacen otros animales aún no siendo racionales. Es más auténtico de lo que pensamos. El gran problema es que nos hemos hecho dueños y únicos ocupantes con derecho del planeta y de un modo global estamos acabando con muchas especies.Creo que La culpa es un sentimiento mucho más sutil. Ese bichito te ha llegado en el momento preciso. Un abrazo
ResponderEliminarAbsolutamente de acuerdo. Todos pertenecemos a lo mismo; somos una parte del todo que a su vez nos constituye, en esencia, de lo mismo.
ResponderEliminarGracias por tu abrazo envuelto en palabras*