Todos
pasamos por etapas complicadas, por momentos difíciles, por situaciones que
parece que no cesan en su empeño por ponernos frente a los fracasos, los
errores o las desgracias.
En
esos casos, cuando nos enredamos en el sufrimiento y nada nos alivia, es en
realidad cuando podemos probar una técnica muy útil que suele darnos las
respuestas que necesitamos.
Se
trata de salirnos de la escena que protagonizamos. De tomar distancia y mirar
desde fuera. Vernos actuando, diciendo, manejando dificultosamente las
emociones más complejas. La ira, la tristeza, el rencor, la envidia… y tantas
otras que nos emborrachan de malas sensaciones y nos incapacitan para avanzar y
vivir serenamente.
Cuando
logramos vernos “como si” fuésemos otros, entonces empieza a surgir una emoción
muy interesante y sorprendente; entonces comenzamos a comprender el papel que
jugamos en nuestra propia vida y en la de las otras personas que nos acompañan
en esta travesía; entonces, y sólo entonces, surge la compasión, por nosotros
mismos y por los demás.
Ser
espectador nos proporciona una visión de calidad. Nos permite encontrar las
respuestas que metidos en la vorágine del sufrimiento no encontramos nunca.
No
hace falta elucubrar, ni emplear el razonamiento ni la lógica a cada instante;
eso no ayuda, todo lo contrario.
No
hay que hacer nada. Solamente observar. Observarte.
Observarle. Observarlo
todo. En silencio. Adentro.
Hazlo.
Empezarás a entender lo que va a sorprenderte.
Tómate
un rato o ensáyalo a intervalos. En tu día a día. En cualquier momento.
Sal
de la escena. Siéntate enfrente. Observa. Comprende.
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