La
ansiedad nos afecta todos. ¿Quién no tiene ansiedad por algo?. Lo que debemos
cuidar es la frecuencia y la intensidad de la ansiedad. A veces, la ansiedad
nos da un empujón y nos mueve a la acción. Otras, nos paraliza.
La
ansiedad está anclada en el miedo. Hay que mirar qué miedos anidan dentro de
cada uno.
El
miedo, a su vez, está ligado al apego. Uno tiene miedo “a perder” aquello a lo
que está apegado. En todo caso, es un círculo que nos engulle. Una espiral de
fondo infinito que nos lleva directos a la enfermedad.
Todo
se complica con ella. Si lográsemos “soltar” poco a poco lo que nos da miedo
perder, lograríamos estabilizarnos en el equilibrio, en el sosiego y en la
calma.
Veamos
este breve cuento que explica nuestra reflexión de hoy.
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“Un
estudiante de artes marciales fue hasta su profesor y seriamente le dijo, “Soy
un devoto al estudiar su sistema marcial. ¿Cuánto tiempo me tomará dominarlo?”.
La respuesta del profesor fue improvisada, “Diez años”.
Impacientemente, el estudiante replicó, “Pero quiero dominarlo mucho antes que eso. Trabajaré muy duro. Practicaré a diario, diez o más horas al día si es necesario. ¿Cuánto tiempo tomaría entonces?” El profesor pensó por un momento, “veinte años”.
Impacientemente, el estudiante replicó, “Pero quiero dominarlo mucho antes que eso. Trabajaré muy duro. Practicaré a diario, diez o más horas al día si es necesario. ¿Cuánto tiempo tomaría entonces?” El profesor pensó por un momento, “veinte años”.
La impaciencia complica básicamente todo aspecto de la vida incluyendo el aprendizaje. Muchas veces esta misma impaciencia o apuro por conseguir las cosas viene de la mano del capricho, la envidia o algún vacío que tenga la persona.
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