Muchas
veces olvidamos lo esencial y nos empecinamos en lo anecdótico; las pequeñas
cosas del día a día que convertimos en grandes.
Ese
dar vueltas a los problemas hasta que nos estallan en la cara, no es bueno.
Elevamos
a la categoría de drama lo que seguramente no lo es. Convertimos en dolor lo
que debería ser un pequeño roce y nos vemos sumidos en lo más profundo de la
tristeza con asuntos que apenas, poco tiempo más tarde, nos esbozan una
sonrisa.
Sería
estupendo poder sobrevolar las discusiones, las palabras que nos han sentado
mal, los gestos que nos duelen y las acciones que creemos en nuestra contra.
Sería
genial poder mirar más allá y darnos cuenta que la vida son etapas, ciclos,
momentos e instantes que pasados no significan nada.
Olvidamos
lo esencial cuando tener razón lo ponemos por encima de nuestra paz y de la del otro.
Lo
olvidamos cuando empeñados en quedar por encima, nos ponemos por debajo.
Lo
olvidamos cuando nos quita el sueño “lo que me dijo”, “lo que me hizo”, “lo que dejó de hacer”,; cuando en realidad
nadie nos hace nada. Cada uno nos lo hacemos a nosotros mismos porque cada
acción tiene una consecuencia que, tarde o temprano, revierte de nuevo en su
origen.
Me
gustaría no olvidarme de lo esencial y poder olvidar lo circunstancial.
Me
empeñaré en hacer borrón y comenzar la cuenta de nuevo; anotando, solamente,
momentos de felicidad que en realidad, son los únicos que cuentan cómo vida.
El
resto que se pierda en las anécdotas de la telenovela que cada uno protagoniza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario