El dolor puede
destruirte o puede centrarte. Puede sumergirte en el sueño y la depresión, o
puede despertarte.
Te puede convertir en
una víctima, o puede ayudarte a sentir más poderoso, más alineado, más
conectado que nunca con tu vida verdadera.
No estoy diciendo que
debas intentar que te guste tu dolor. Eso es poco realista. No estoy diciendo
que te conviertas en un masoquista o en un intrépido guerrero.
Eso es innecesario. No
estoy diciendo, incluso, que debas dejar de ir con el doctor o con el sanador,
con el terapeuta o con algún amigo que pueda ayudarte, que te ofrezca otro
punto de vista con respecto a la razón de tu dolor.
Te estoy pidiendo - que por mientras, por lo
menos por hoy - escuches tu dolor para encontrar la inteligencia que hay allí.
Que salgas de todas esas complicadas historias basadas en el miedo que
envuelven tu dolor.
Que dejes de pensar
tanto en tu dolor, y optes por un poco de dulzura, y exploración. La aceptación
no puede hacer que tu dolor empeore. Sólo te puede llevar hacia lo más profundo
del inmenso misterio del sanar.
Y algún día, no muy
lejano, podrás ver en retrospectiva y agradecer a tu dolor por haber tenido la
capacidad de mantenerte firme, curioso, abierto.
Podrás darte cuenta
que tu dolor no era un obstáculo en tu camino - que era realmente tu camino, y
tu más grande maestro.
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