La
Navidad puede no gustarnos o puede que sea un tiempo de alegría; en cualquier
caso, nos gusten o no supone un tiempo diferente en el que al menos deberíamos
hacer un balance del año. De cuánto amamos, de cuánto nos amaron, de lo que hicimos
mal, de lo que nos hicieron y nos dolió, de la gente que llegó y de la que
marchó.
Un
recuento de sonrisas, de lágrimas y de emociones. Un cálculo de si estuvimos a
la altura de lo que decimos que somos, de si cumplimos con la honradez que
profesamos, si fuimos sinceros o si nos justificamos demasiadas veces para no
sentirnos culpables de las verdaderas culpas.
Un
tiempo donde comprobemos si aún quedan esperanzas en nuestro corazón y si, a
pesar de los desastres que el año que se va ha podido producir en nuestra alma,
ésta sigue apostando la vida y por darnos la oportunidad de ser felices aún.
Felices
con lo simple, con aquello que tenemos y nos parece justo y normal, cuando
millones de personas en el mundo no tienen ni una cuarta parte de ello; felices
con lo que al corazón le pone contento, con todo lo que teniendo valor jamás
tendrá precio.
Quisiera
transmitiros un deseo, solo uno. En cualquier situación, ante cualquier
desastre, en la dicha o en la quimera…que podamos estar en calma, que
alcancemos la paz, que la serenidad sea nuestra meta y a partir de ahí…que
aceptemos lo que tenga que llegar.
Quiero
acordarme de los que se fueron este año y que de algún modo tuvieron relación
con nosotros; sé y confío en que cumplieron su misión y que retornaron al
estado de mayor paz. Sin duda, me quedo con el convencimiento de que fueron
piezas singulares de este gigantesco puzle que conformamos en la existencia del
aquí y el ahora, y también de que fuimos importantes en su desarrollo o ellos
en el nuestro.
La
Navidad comienza, en cada corazón, aunque no haya luces, ni música, ni siquiera
ganas. Y comienza este fin de semana, o ahora mismo, en este rincón en el que
nos reunimos cada día…tal vez de una forma imperceptible…pero ahí está este
tiempo diferente en el que tal vez nos veamos más a menudo para sentir ese amor
que aquí se demuestra, se recoge, se expande y se multiplica entre todos.
Si, la Navidad está dentro de cada uno de nosotros. A veces parece reiterativo esto de mirar hacia adentro, para todo pero es que es lo que más cerca está de nosotros, dentro... y lo ponemos fuera. Nacer en estos días es muy lógico. Hace frío, hay oscuridad, deseamos compartir lo que tenemos..., somos niños deseosos de amor y paz. Qué mejor momento para representar el brillo del astro que nos guía. Qué mejor momento que el que todos evocamos a la vez...Un beso muy grande que comparto con todos vosotros y en especial con la Flor y Nata de las publicaciones siempre reflexivas y sabias.
ResponderEliminarGracias Xara...ese corazón de niño es el que nunca me gustaría perder aunque a veces no cabe en este mundo de adulto pero siempre le encuentro un hueco!
ResponderEliminarBesossss***
Es bello y gratificante compartir sentimientos y la navidad es una època ideal para hacerlo.
ResponderEliminarComparto con vosotras estos sentimientos y con un abrazo cariñoso y calientito les deseo mucha paz, armonía y felicidad.
Orange Pipelón S.
El Marqués, que no cree en navidades sino que espera el inicio del Solsticio de Invierno refunfuña sobre tradiciones y costumbres ancestrales que ya no le conmueven pero tambien les envía un saludo cariñoso.
ResponderEliminarOrange
Muchos somos los que hemos dejado de sentir el cosquilleo de la Navidad en el corazón, como el Marquès, pero al menos podemos quedarnos con que este tiempo sea una oportunidad màs para reinventarnos en la ilusión... sobre lo que sea.
ResponderEliminarQué lluevan ilusiones sobre nosotros!***
Como luceros hay en el firmanento. Felicidades e ilusiones...!
ResponderEliminarNN