Muchas veces he pensado que en la vida
unos somos pilares y otros bóvedas que descansan sobre ellos. Los que sirven de
soporte llevan, sin duda, el estigma de la fortaleza marcado en la frente. Por
ellos y por el resto han de ser fuertes. Y lo son. Lo que sucede es que a los
fuertes se les pide más y más. Y ellos estiran sus posibilidades de forma
infinita para poder con todo.
Hay otro tipo de personas que nacen
para ser cobijadas; que sin intentarlo siquiera se acurrucan ante los problemas
en el regazo de los demás y que paree que no van a poder más allá de lo que
abarcan sus temores.
Cuando los problemas me llegan
seguidos, como nos ha pasado a todos alguna vez, no suelo apoyarme en nadie si
puedo. Lo que si intento es duplicar mis fuerzas, mirar hacia dentro y ver que
efectivamente solamente lo que dependa de mi está asegurado. El resto siempre
está en el aire. Precisamente por esto, mi pilar central soy yo misma y de ahí
proyecto sobre el ambiente que me rodea, la fortaleza que puedo compartir.
Para mantener la confianza en el poder
propio es mejor no escuchar, no oír lo que el resto tiene que decir a nuestro
desánimo y sobre todo continuar, sin descanso, avanzando hacia lo mejor de
nosotros.
Os dejo un relato sobre este tema.
“…Un grupo de ranas
viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo.
Todas las demás ranas se reunieron alrededor el hoyo. Cuando vieron cuan hondo
era el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos prácticos,
se debían dar por muertas ya que no saldrían. Las dos ranas no hicieron caso a
los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con
todas sus fuerzas. Las otras seguían insistiendo que sus esfuerzos serían
inútiles.
Finalmente, una de
las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió. Ella se desplomó
y murió. La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible. Una vez
más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que dejara de
sufrir y que simplemente se dispusiera a morir, ya que no tenía caso seguir
luchando. Pero la rana saltaba cada vez con más fuerzas hasta que finalmente
logró salir del hoyo. Cuando salió las otras ranas le dijeron: “nos da gusto
que hayas logrado salir, a pesar de lo que te gritamos”. La rana les explicó
que era sorda, y que pensó que las demás la estaban animando a esforzarse más y
salir del hoyo.”
Conoces el Cartel de la abeja que hay en la Nasa en USA:
ResponderEliminarAl pie dice.." Aeorodinámicamente la abeja no esta diseñada para volar, pero lo mejor es que ello no lo sabe."
Debemos tener el tezón de la abeja y su espíritu siempre activo y vigente.
Una afortunada imagen la que acompaña hoy tu reflexión.
Saludos.
Yo creo que una persona con la autoestima en su sitio puede, cuando así lo reclame su Yo superior, transitar la vida por el pilar central o el pilar del medio como dicen los cabalistas. Sin embargo, es nuestra reflexión interna la que guía y valora las fuerzas, el equilibrio, la justicia, la verdad, el miedo etc. Bueno, que en cada ocasión que se nos presenta no siempre podemos actuar del mismo modo. Me gustó el relato de las ranitas, aunque creo que le salvó la inocencia y no la consciencia plena...Un abrazo
ResponderEliminarQuiero pensar...necesito sentir... que hay una fuerza última en cada uno de nosotros que nos salva hasta de nosotros mismos!
ResponderEliminarGracias por vuestar presencia.*