Las reflexiones pasadas de los
lectores del blog me han sugerido el análisis de esta dimensión de la conducta
tan necesaria y compleja en las relaciones humanas.
La palabra des-a-p-ego (la he separado así a propósito aún sabiendo que no
sigue normas lingüísticas), alude a “ quitar el ego”. Es como si cuando
establecemos un vínculo afectivo nos abalanzásemos sobre el otro y nos
quedásemos pegados a él, colgados de su espalda, a modo de saco, para sentir
siempre su compañía, su presencia, sus movimientos. Todo aquello que nos de
seguridad sobre la persona a base de sentirla de algún modo.
Cuando se habla de hijos es
necesario dejarles volar, es preciso ver con cierta serenidad sus caídas y
estar siempre en una cercanía invisible para ayudarles a levantarse. Se trata
de un equilibrio necesario entre la cercanía y la lejanía, de una balanza
precisa que mantenga la sabia corriendo en nuestras venas sin necesidad de
refrescarla continuamente.
Si nos referimos al amor
entonces el desapego parece una utopía y sin embargo, en algún grado es tan
necesario como la pasión o el entusiasmo.
Hay que dejar espacios en los
que la otra persona tenga que desearte nuevamente, en los cuales te necesite y
te busque.
A veces es necesario saber que
nada está conseguido por siempre ni para siempre. Conocer los límites de lo que
creemos eterno e infinito, saber que hay líneas invisibles que no debemos pasar
y sobre todo, no invadir el espacio sagrado del alma si ésta no nos llama.
Estar ahí sí, estar cerca y disponible. Abrir de par en par las puertas sin que
nos cierren de golpe las compuertas para quedar atrapados en un íntimo
habitáculo semejante a una celda.
El desapego es la gran lección
por aprender. Su medida justa, su punto de salinidad, su dulzor correcto. Estar
pero sin agobiar. Acercarse sin invadir. Abrazar sin asfixiar.
Abrir la ventana sabiendo que
su vuelo retornará siempre a nosotros con la libertad magnífica de querer
hacerlo.
Creo amiga Flor y Nata, que hemos asistido a una conjunción intergaláctica de dos pensamientos integrados en un mismo espacio cuántico....! por lo menos. Un beso
ResponderEliminarMi querida Flor y Nata que hermosa y sabia exposición acerca de ese sentimiento tan natural, tan familiar, tan común pero tan difícil de manejar.
ResponderEliminarLos seres humanos pecamos por los extremos y aprender a ser temperantes nos lleva la vida; es una cualidad de nobles y serenos manejar el amor a grados sublimes, por algo somos polvo de estrellas y retazos de espíritu universal.
Xarita...que bella proyección le has dado a las palabras de la querida Flor y Nata.
Un abrazo compartido.
Ahora son tres los pensamientos que se unen en el mismo espacio cuantico. Xaludos querido compañero del mar...
EliminarXara! qué mensaje tan cósmico y coincidente has dejado. Qué bonito!.
ResponderEliminarPara el mariero de estrellas mi absoluto asentimiento a la dificultad de atemperar el carácter, de evitar los extremos...sobre todo para los que somos tan pasionales. Es difícil encontrar el medio cuando el corazón es explosivo.
Un abrazo*