A veces uno
siente que algo, no se sabe qué, no va como debiera o va demasiado bien, lo que
casi nos parece lo mismo. Tenemos una especie de superstición sobre lo que no
cambia o lo que mejora indefinidamente. Es como si algo se escondiese detrás.
Como si en realidad, solo es la calma que anuncia la tormenta. Como si
efectivamente, el peligro nos estuviese esperando detrás de la esquina.
Posiblemente
es que uno no esté acostumbrado a la felicidad y cuando llega nos parece que es
un estado extraño que no nos pertenece. La dicha, al igual que la muerte, suele
ser siempre de otros. Tal vez, nos asfixie el pensar que la emoción que invade
la mayoría de nuestros momentos, en ocasiones puntuales, puede terminarse en
cualquier momento.
No nos
preparan para el goce, ni la felicidad parece que sea nuestra meta. Pero en
realidad es lo único que importa, el resto se queda convertido en pura rutina a
la que nos acostumbramos como modo seguro de instalarnos en nuestro presente.
Pero a veces la rutina ahoga y la vida monótona que se arrastra a través de
nosotros termina por llevarnos a paraísos perdidos en nuestra mente capaces de
salvarnos.
Si no
encontramos en nuestra realidad la suficiente dosis de alegría, de entusiasmo o
de ilusión habrá que buscar la forma de que aparezcan. Vivir sin esas
motivaciones supone morir poco a poco a cada instante y eso es precisamente lo
que debemos sortear.
A veces uno
solo tiene alas en el pensamiento, mientras que las piernas están atadas a
cadenas irrompibles. No hay celdas para la mente que vive y sueña en pura
libertad. No hay cárceles para los espíritus libres que estén empeñados en
crear para sí universos llenos de todo lo que les haga volar.
Hola Flor y Nata, amig@s...; la mente por sí misma, sola y aislada carece del calor que necesita para fundir los esquemas de repetición, las conductas tipo que nos encadenan. Unas cuantas dosis de experiencia aplicadas al trabajo de crecimiento personal serán suficientes para transmutar en oro líquido las cadenas que no nos permiten volar.
ResponderEliminarMe ayuda tu experiencia plasmada en la pantalla, la experiencia de mi hijo en su cotidiana sencillez, la de mi madre, mi padre, mi hermana.., la experiencia de mi jefe, mi compañera de trabajo, mi gata..., me ayuda la soledad para poner orden en mis pensamientos, me ayuda el amor que siento por todo y también el rechazo en ocasiones.
Muchas gracias por estar ahí , por mantener esta constante
de lealtad a nuestro corazón.
Un beso entrañable.
Gracias a ti siempre por estar ahí; en el silencio o con la presencia viva. De cualquier forma tu esencia no nos abandona.
ResponderEliminarEres una magnífica interlocutora y me imagino que una excelente conversadora. De nuevo mi gratitud por aportarnos tanto!.
Un beso
La esperanza del marinero que observa el mar apacible es que esa calma se mantenga y mira el cielo como tratando de que todo siga igual como en un gran cuadro de museo....creo que es parte de la naturelaza humana: no confiar mucho en las "calmas" ("chichas" dice el viejo).
ResponderEliminarUna lección de los abuelos era decirnos..."no todo lo que brilla es oro" ese pragmatismo me marcó, porque ahora que miro el sol brillando allá a lo lejos, abrigo la secreta esperanza de que se mantenga asi siempre aunque temo que la noche llegará pronto. Me consuelo sabiendo que la luna lo reemplazará.
Que alegría leerlas y compartir a distancia su diálogo fresco.
Saludos cariñosos.
Gracias por dialogar en este tránsito de emociones y sentimientos ligados a la vida misma!
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