Una
de las cosas más importantes de nuestro proceder, es hacernos preguntas; tener curiosidad por saber y llegar
al centro de los asuntos. En definitiva, sentir la necesidad de cuestionar y
cuestionarnos.
Uno
se pregunta continuamente, pero nuestros interrogantes no van dirigidos casi nunca
a la persona que somos ni a la forma en
la que actuamos. Lanzamos las preguntas como dardos dirigidos a culpabilizar a
otros o, simplemente, desviamos la trayectoria para no someternos a exámenes en los que no nos hemos preparado.
Revisarnos
no es tarea fácil. Y no lo es porque hacerlo con sinceridad nos pone delante de
nosotros mismos con el alma al desnudo y sin protección. Preferimos dejarlo
siempre para más tarde y sin embargo, someter a juicios, a fondo perdido, a los
que nos acompañan de cerca.
La
manera de actuar es muy distinta si son los demás quienes han de rendirnos
cuentas. Somos diligentes para tratar de averiguar sus porqués. Ponemos todo el
empeño en llegar hasta las últimas consecuencias de las preguntas para salvar
nuestro pedacito de orgullo y nuestro envalentonado ego. Todo por erigirnos en
jueces y verdugos en pro de la sabiduría que parece invadirnos.
Creemos
saberlo todo y estar de vuelta de la mayoría de las situaciones. ¿Alguien ha
sufrido tanto como nosotros para que pueda darnos lecciones de vida?, ¿quién ha
llorado más para poder saber lo que se siente cuando te ahogan las lágrimas?, ¿Alguna
persona más dolorida por el amor que el que llevamos a cuestas sin ser nuestro?
¿ Alguien dispuesto a cambiarse por nosotros?.
Hay preguntas sin respuestas. Nadie
está dentro de nadie y por eso todos nos creemos protagonistas únicos de las
desgracias que nos asolan. Náufragos de una existencia injusta que se empeña en
bandearnos de lado a lado, en un mar de malestares, sin tierra a la vista.
¿Acaso
nosotros quisiéramos cambiarnos por algún otro?...si tenemos la tentación de
elegir a alguien…tengamos también la precaución de pensar que no sabemos, en
realidad, la vida de nadie, ni sus dolores, ni sus fracasos, ni sus fantasmas…a
ver si vamos a cambiar los nuestros por otros peores; porque al final, nadie sabe
lo que cada uno guarda detrás de sus paredes.
Dediquémonos
a hacernos preguntas sobre la propia forma de entender la vida o actuar…el
resto, dejémoslo sin cuestionar. No nos pertenece.
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