Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


lunes, 4 de marzo de 2013

LOS LÍMITES DEL MIEDO



Una de las peores sensaciones que podemos sentir es la que se deriva del miedo. Nos limita, atenaza y desfragmenta por dentro. Pone una telaraña tan densa en la mente que no nos deja pensar con claridad. Ni siquiera podemos desatar las cadenas con las que cierra la razón y oscurece el pensamiento. Es como si tuviésemos un punto negro dentro de la cabeza y todas nuestras miradas internas fuesen acaparadas por él.
El miedo es nuestro peor enemigo.
El más tóxico de todos los venenos, y sobre todo, el que se filtra por los poros con más ponzoña es el miedo al descontrol, a no tener claridad sobre los pasos que se han de seguir, a no valorar bien la realidad o a sobredimensionar cada suceso que nos envuelve.
Hay, sin duda, tipos de miedo diferentes. Miedos light que se pasan con un simple apretón de manos, miedos coléricos que no logran sino enloquecer al que los padece, miedos reales que se fundamentan en peligros obvios y miedos fantasmas que aparecen y desaparecen con la facilidad con la que, de repente, surge aquello en lo que nos sentimos inseguros.
A la zaga del odio siempre está el miedo, silencioso y acechante; incapaz de modificar su código genético a favor de suavizar el áspero tacto del resentimiento. Y cuanto más está uno convencido de la fortaleza de su rencor, más se hunde en el fango de la soledad en compañía. Porque el miedo nos hace solitarios, nos encapsula en una actitud temerosa de la que, a veces, no podemos salir de ninguna forma.
Uno de los objetivos más deseables, para mejorar cualquier tipo de relación, bien sean padres, hijos, parejas, amistades…, sería poner límites a los miedos y hacerles un hueco bien definido al lado de cada cual para que, teniéndoles en cuenta, no traspasasen la confianza necesaria en los otros.
Hay que aprender, de la forma que sea, a controlar los miedos. Un camino puede ser pensando que por el hecho de sentirlos no podemos actuar sobre lo que nos asusta de ningún modo. Y que por ello mismo, no sirven nada más que para anularnos e invalidar la razón. Porque sobre todo, hay que darnos cuenta que para el miedo no hay pastillas, ni médicos que lo resuelvan y que en último término, nace y muere, muchas veces, sin haber correspondido en absoluto a lo que temimos.
La vida va por libre, con y sin nuestros miedos. Al menos, librándonos de ellos podemos tener la mente y el corazón más despejados para enfrentarnos de verdad a lo que nos tenga reservado.  

2 comentarios:

  1. En eso consiste la valentia? en aceptar el miedo como algo pasajero?..., qué tranquilidad pues, saber que nada permanece.
    Un besito

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    1. Xara...por desgracia a veces, por suerte otras...nada es definitivo. Todo pasa...a veces dificultosamente...pero pasa.
      Besosss de buenas noches.*

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