Ayer me comentaba una
amiga las complicadas situaciones que puede traerte la vida y sobre todo el dolor
que puede llegar a sufrirse en el seno de la familia, precisamente donde
deberíamos sentirnos queridos y seguros.
Seguíamos
conversando sobre el deber y el querer en las relaciones íntimas y cómo durante
mucho tiempo, uno puede sentirse menospreciado, abandonado y sin apoyos reales
de la gente que quiere.
Es cierto
que cuando nos encontramos atascados en un punto negro es como si la propia vida
nos pusiese a prueba y tratase de evaluar nuestra capacidad para resistir la
adversidad, nuestra reacción con la injusticia y la medida de nuestra paciencia
para seguir confiando en las oportunidades que llegarán.
Sigo
pensando que la existencia es un boomerang que siempre vuelve a devolvernos la
parte de felicidad o de sufrimiento que es nuestra y que nos falta por sentir.
Por eso, en el momento en el que lo estamos pasando mal, algo debe pararse en
nuestro interior para que podamos escuchar la voz que nos recuerda que
empleemos esa dosis de seguridad en lo
que la vida nos deja a deber.
He tenido
muchas oportunidades, en la mía propia, de comprobar que en muchas ocasiones me
he quedado a las puertas de la felicidad con esa cara de sorpresa amarga
preguntándome por qué a mí, en ese momento, me dejan fuera. Sin embargo, más
tarde, me ha compensado sobradamente, en la misma dirección o en otra aún
mejor. Por eso, estoy convencida de que cuando nos encontramos dentro del
torbellino lo mejor es esperar tiempos mejores con la serenidad que podamos.
Las
lecciones llegan. Para cada cual, las suyas. No se trata, como en el colegio,
de ver quién repite más fielmente lo que nos muestran. Consiste en elegir, desde
nuestra libertad, si realmente queremos aprender y aplicarlo para mejorar o si
hacemos caso omiso a las señales que muestra nuestra particular carretera
evolutiva.
Ningún
comportamiento queda sin respuesta. Por tanto, solamente debemos actuar de
acuerdo al corazón, a su ritmo y a sus latidos pero sobre todo a sus
intuiciones porque ese es el mejor camino para comprender, el mejor para
perdonar y el más apto para amar.
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