Nada
tiene más poder que el momento presente. El único momento que podemos vivir es
ahora. Si miramos hacia atrás y recordamos períodos de felicidad o incluso de
tristeza, lo único que llega a nuestra mente son flashes de momentos. No
recordamos años, meses, semanas…ni siquiera días. Solo momentos. Momentos en
los que vemos, oímos o sentimos algo.
Por ello, solamente podremos lograr el
máximo de esta vida obteniendo el máximo de cada momento. Si un momento es
especial y mágico, entonces la vida se convierte en mágica y especial. El
secreto está en coleccionar tantos momentos de ese tipo como se pueda. Nunca
habrá otro ahora, por ello lo mejor que podemos hacer es sacarle el máximo
provecho. Aunque la vida en este momento, tal vez, no es todo lo que
desearíamos, es todo lo que tenemos.
“Este
día, no volverá a amanecer jamás.” Perderlo es tan estúpido como tratar de
vivir lo que tal vez nunca llegará. Solemos reflexionar sobre el pasado,
aventurar el futuro y entre tanto se nos escapa el presente inmediato que no
gozamos por mantener la atención en ambas dimensiones inexistentes.
Debemos
aprender a tomar las cosas cuando vienen y dejarlas ir cuando se van. Si nos
centramos en el futuro distante posiblemente nos sentiremos abrumados y
deprimidos. Gastamos nuestro tiempo levantando castillos en nuestra mente sobre
cosas que no han ocurrido. Crecen como gigantes y les concedemos el poder de
asustarnos cada vez con más con sus oscuras intenciones. Lo que ignoramos es
que lo más probable es que no sucedan jamás. En realidad, hoy es el mañana por
el que nos preocupamos ayer.
Vivir
el presente es la única forma de evitar miedos y preocupaciones por eso la
mayoría de las religiones, incluso, han adoptado esta filosofía. Cuando le
preguntaron a Jesús sobre cómo orar, les recitó El Padre Nuestro en el que no
faltó una referencia al valor del presente: …” El pan nuestro de cada día,
dánosle hoy”…no mañana, ni desde
ayer.
La
vida misma es como ese pan. Algo que hay que se necesita hoy para consumir en
el instante. No pueden guardarse los momentos mejores para volver a sacarlos
del baúl y vivirlos mañana. Tampoco regresan los que se vivieron.
Todo
tiene su discurrir en el instante que sucede y no puede atesorarse sino en el
corazón. Pero démonos cuenta que en verdad se trata de un tesoro. El único que
llevaremos siempre encima. (Continuará…)
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