NUESTRA TRIPLE MISIÓN
La vida siempre tiene sentido. Estar en ella es todo un privilegio que debemos valorar, agradecer y utilizar en nuestro favor, porque en ella, en realidad, todo está a nuestro favor desde un principio. Podemos preguntarnos ante tal afirmación ¿cómo puede estar a favor nuestro en aquellos casos en los que es verdaderamente dura desde que comienza?. Pues aún en esos momentos está a favor del que la vive. Por eso hay que decidirnos siempre por tres misiones fundamentales a las que nos debemos por ser emisarios del espíritu atemporal que nos constituye:
1º Ser felices. Parece que la conquista de la felicidad viene dada por lo que de fuera nos aporta algo más de lo que somos o tenemos y con ello…comienza nuestra felicidad. No es así. La felicidad nace del interior. De la forma de ver las cosas. De la manera de responder a lo que nos sucede. Del modo en que dejamos que pasen las ofensas a nuestro interior. La felicidad está. Simplemente. Y lo único que hay que hacer es despertarla con nosotros cada mañana, tomarla de la mano y no separarnos más en todo el día. ¿Imagináis a una amiga entrañable a la que nos gustaría estar ligados continuamente?. Pues ella puede invadirlo todo si se lo permitimos y traer a la fiesta de vivir, la alegría, la sonrisa, el buen humor, la amabilidad y la complicidad. ¿Podéis suponer un inmenso escudo con el que protegernos de la ira, la cólera, la agresividad, la crítica y la malsana intención de los demás?. La felicidad que está en nosotros sin más…destruye los ataques del resto porque nadie puede contra la seguridad de sentirnos bien con nosotros mismos. Por eso, no debemos sentirnos culpables cuando somos felices. Es un estado natural que hay que reencontrar, sin el cual no somos ni seremos nunca lo que nos constituye.
2º Debemos dejar huella tras nuestras pisadas. Todos enseñamos algo. Todos somos maestros y aprendices. Todos damos y recibimos. Todos ganamos al compartir. Estemos donde estemos, seamos quienes seamos…desde cualquier posición, en cualquier momento y en cualquier lugar podemos dejar rastro. Un rastro que debe marcar la identidad grandiosa que llevamos con dentro. Un rastro que ayude a ser más y mejor. Un rastro que permita a los demás progresar sobre lo aprendido. Y no se nos olvide que todos, absolutamente todos, enseñamos continuamente. Por eso, es tan importante saber usar el silencio porque éste es uno de los que más enseña. La presencia o la ausencia. Lo que damos y lo que guardamos. Lo que amamos y los que odiamos. Aquello que nos emociona y lo que nos disgusta. La prudencia o la soberbia. El egoísmo o el altruismo. Todo tiene su contario y en cada vuelta y en cada giro…estamos enseñando y enseñándonos.
3º Ayudar a los demás es el sentido último de nuestra existencia. No hemos venido aquí a ser un islote deshabitado. Los compartimentos de nuestro corazón deben dar cabida a todos los que de algún modo lo necesiten, porque es ilimitado y espacioso para que nadie se quede sin un pensamiento, al menos, de compasión y ayuda. A veces se ayuda, dejando ir. Otras acompañando en el camino y la mayoría, mostrando sin dirigir. Comprender es ayudar. Amar es ayudar. Escuchar es ayudar. Pensar, meditar y recordar es ayudar. Cubrir de serenidad y sosiego .…siempre, es ayudar.
Estamos aquí por algo. Estamos para algo. Que no nos sirvamos solamente a nosotros mismos. No es bueno tener un único amo y que ese seamos nosotros. El ego tiende a hacernos grandes faenas y sobre todo, siempre tiende a confundir el mundo con la imagen que nos devuelve el espejo sin comprender que el mejor espejo es el rostro de quien nos necesita.
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