Cuando vemos llegar una estación nueva todo nos habla de otro tiempo, de otra forma de preparar el día a día, de otra manera de movernos, relacionarnos e instalarnos en el tiempo. Cada etapa climatológica marca también una nueva forma de vestirnos, por dentro y por fuera. Por mucho calor que tengamos ahora…el invierno llega y lo hace para quedarse largo rato y ponernos a prueba. Nos examina en nuestra capacidad de superar el aburrimiento, la tristeza y la apatía. Hay que saber gestionar el ocio de forma creativa. La clave para entender muchos males es el aburrimiento. Un tedio infernal que nos lleva a desatar las tempestades del alma al darse cuenta de que nada les impide campar a sus anchas.
La juventud, sobre todo, debe saber qué hacer en su tiempo libre, pero también la edad adulta debe tener tiempo libre inteligente y cono no, la tercera edad en la cual es ese el aspecto dominante. Cualquiera de nosotros necesitamos actividades motivadoras que nos empeñen y obliguen a sentirnos útiles y a disfrutar del tiempo muerto. Cuando tenemos un objetivo y nos entregamos a alguna actividad que nos ayude a crecer en algún aspecto de nuestra personalidad, todo cambia. Pero no sólo el tránsito de una estación a otra nos coloca en posicione diferentes a las rutinas del tiempo presente, también el otoño y el invierno de la vida de cada cual responderá según hayamos o no, sabido gestionar nuestro tiempo libre. Lo peor que podemos hacer es diluirnos en la inactividad, dejarnos colgados de la apatía, con la mirada perdida en la nada y llenos de recuerdos amargos que revolotean sobre nosotros, una y otra vez, para reducirnos a culpabilidades y rencores.
La acción es el antídoto sobre el tiempo vacío. Haz, haz, haz. Haz lo que te guste. Busca lo que te motive. Implícate en aquello que siempre quisiste hacer. Atrévete a sentirte bien. Seamos inteligentes con nosotros. Démonos una oportunidad. El resto de lo que buscamos, llega solo.
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