PIEL DE ARCILLA
Tus manos, piel de arcilla.
Suaves, en la aspereza
de los trabajos que amasaron;
limpias, en el ósculo fresco
de la mañana impía;
claras, en el barro amargo
del tesón doliente de cada día.
Tus manos, piel de arcilla.
Serenas, en lo lento de la caricia;
delicadas, cuando apretaban
las párvulas horas no nacidas;
rebeldes, ante la soga necia y fría
de amos con verdades que son mentiras.
Tus manos, piel de arcilla.
átonas, sin las notas que dejaste
en la guitarra arrinconada
junto a tu silla;
yertas, sin la vida grácil
que pusieron en su pira,
los dioses zambullidos en su ira.
Blancas y frías, sin la sangre ardiente
de la euforia joven en la pasada vida.
Tus manos, piel de arcilla.
Tus manos, sobre las mías.
Manos de padre y madre,
Manos que rezuman dicha.
Manos que guarda mi alma,
Para agarrarme cada día.
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