Se
ha hecho viejo el trigo cantando una nana, al hijo que no tuvimos.
Se
han helado los ramos esperando verte en mi habitación
marchita, llena de penas
y olvido, llenas de ganas y hastío.
Han
desviado el rumbo las aguas de nuestros ríos,
Por
buscar nuestra boca para beber ansiosa sus sonidos.
Han
apagado las luces en aquel lugar perdido,
En
lo alto de la montaña, en el valle amigo, en el fin de los tiempos que no vivimos.
Y
llegarán las nieves, las lluvias y los quejidos.
Llegarán
los “te quiero” perdidos
Y
volverás a mirar atrás para encontrarme nítida en tus recuerdos llenos de
colorido.
Han
pasado horas, semanas y hasta años dormidos
Sin
tu nombre en mis labios, ni tu imagen rondando la sombra de mi olvido.
Ya
clarea el día, ya puedo abrir los ojos y sentirte mío.
Ya
he lavado mi pelo con el agua clara de tus ojos fríos.
Y
ahora espero que el viento juegue a dejarme entrar en tus lindos rizos.
Duérmete
tranquilo sobre mi pecho dulce de nata y vino.
Emborráchate
del néctar que tengo para ti, todito mío.
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