“Si
no puedes ser un buen ejemplo, tendrás que conformarte con ser una horrible
advertencia”
Catherine Aird
Comenzaba
la tarde leyendo esta frase. En el momento que lo hice comencé a pensar sobre
ella.
La vida es un cóctel de decisiones,
elecciones y pensamientos que determinarán nuestra libertad. Nuestros estados de ánimo no son solo
sensaciones, sino decisiones que establecemos a cada momento.
Los
acontecimientos pueden ser determinantes a la hora de estar bien o no, pero no
dejan de ser consecuencias de decisiones silenciosas a las que nos vemos
avocados de acuerdo al lado oscuro que se manifiesta según quién y cómo nos lo
despierte.
No
somos de una forma determinada. Estoy convencida que somos según la persona que
tenemos enfrente. Hay personas que logran sacar lo mejor de nosotros; otras lo
peor. Pero en cualquier caso ambos tipos son necesarias para desarrollarnos,
crecer y evolucionar.
A
veces nuestro lado oscuro se esconde detrás de la sonrisa, entre la mirada de
confianza y por debajo del sabor dulce de las palabras. No sabemos cómo somos
hasta que no llega la circunstancia que nos pone a prueba. Entonces es cuando
entran en conflicto millones de convicciones que parecían sólidas y ante el
revulsivo sale el guerrero defensor de nuestro equilibrio.
En
realidad, la paz siempre debe ser interior. Incluso el amor y cualquier tipo de
sentimiento. Nadie puede sentir por nosotros, ni nosotros sabemos cómo siente
el otro, ni lo que provocamos en él. Por
eso hay que enfocarnos en el “querer” no en cómo nos quieren; en cómo amamos
nosotros, sin más. Esa es nuestra responsabilidad. Al otro le queda la suya
propia.
El
bienestar nunca depende de los demás, sino de lo que cada uno sepamos darnos a
nosotros mismos. Ninguna persona tiene el poder de hacerte sentir mal a menos
que tú le des permiso para que lo haga.
Todos
nuestros sentimientos se originan dentro de nuestro interior y sólo así pueden
ser modificados.
“El
arte de vivir se compone en un 90 por ciento de la capacidad de enfrentarse a
personas que no puedes soportar”.
Samuel Goldwin.
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