Una
de los signos expresivos de afecto más deliciosos son las caricias. Es un acto
de amor inmenso, de pura entrega, de incondicional y pleno deseo de que la otra
parte sepa cuánto se le quiere. Y Lo mejor de todo es comprobar el efecto que
tienen y la respuesta que se desprende ante ellas.
Recibir
caricias es algo magnífico, pero también enredar los dedos entre los poros de
la piel o la mirada en las pupilas de quien las recoge.
Todos
necesitamos ser abrazados, acariciados y estimulados con el contacto. Estamos
en la cultura del “perdón” y la petición de excusas por cualquier mínimo roce o
choque con un desconocido y sin embargo, muchas personas, no dudan en pisar a
los demás, pasar por encima de ellos y atropellarlos si lo que hay como
recompensa es un beneficio propio, sean desconocidos, próximos e incluso
familiares.
Mi
gata me miraba hoy de forma especial. Ha estado gran parte del día sola dentro
de su silencio y su quietud. He llegado hasta ella y me ha dedicado una
deliciosa mirada en la que me pedía cercanía. Es una gata independiente y
despegada. Sin embargo, siempre hay un momento en el que pedir una caricia que
abandere todo el amor que se siente directamente inoculado en la piel. Y ella
me lo ha agradecido con un ronroneo ronco, cálido y suave que me ha satisfecho
plenamente.
Mientras
la acariciaba, pensaba por qué no lo hacemos más a menudo con quienes amamos,
con aquellas personas que queremos de verdad, con quienes suponemos que estamos
cumplidos sin hacerlo y en verdad lo necesitan, como lo necesitamos nosotros,
como lo precisan todos.
Es
una época muy extraña la que vivimos. Demasiada prisa, demasiadas
preocupaciones, demasiados condicionantes, demasiados prejuicios, demasiadas
metas, demasiadas exigencias y poco afecto, pocos besos, pocos abrazos, pocas
sonrisas, pocas palabras bonitas y aún menos caricias.
Estoy
segura que en el placer de acariciar está también la satisfacción de encontrar
la respuesta agradecida de quien tiene sed de afecto y se queda inmóvil sin
decir nada. No es necesario que nos las pidan. Es fácil, solamente hay que
extender la mano suavemente sobre la piel del otro y dejarse llevar por lo que
siente.
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