Muchas veces me lo pregunto. Es una estupidez volver sobre lo que
ya no tiene remedio o sucedió de forma ajena a nuestros deseos, pero me queda
la curiosidad de pensar cómo habría sido la vida tomando otros caminos,
haciéndolo de otra forma, eligiendo otras decisiones.
Solamente aprendemos desde la experiencia y volviendo la vista atrás.
Por eso hay que vivirlo. Hay que gozarlo y hay que sufrirlo para poder seguir
el camino siendo más sabios o estando más atentos a lo que la vida te pone
delante para mejorarte siempre.
Las lecciones van teniendo nombres, lugares, espacios y tiempos que
se almacenan en nuestra mente, archivadas por grados de dolor.
El placer también cuenta, pero menos para la memoria cognitiva, no
así para la memoria de la piel.
Uno mira atrás y su cerebro selecciona imágenes, palabras, luces y
sensaciones que apuestan por crear un clima de recuerdos a nuestro favor. Nos
protege de la barbarie de revivir lo que resta en nuestra vida a favor del
saldo positivo.
¿Y si hubiese sido diferente…? ¿Habría sido más feliz…?. Nadie nos
garantiza la felicidad nunca, ni siquiera con aquello que emociona tanto que
parece que rompe el corazón.
La felicidad es una de esas palabras que parecen vacías por ser tan
grandes. Nunca, todo, siempre…imponderables que pretenden decir lo máximo con
lo mínimo.
Estoy segura de que todo está donde debe estar. Cada uno en nuestro
lugar y en el momento de nuestra historia que nos toca vivir.
La realidad del momento presente contiene en sí misma, todas las
posibilidades congeladas en nuestras manos para desgranarlas una a una según
tomemos decisiones a cada instante.
Todo está bien, por mal que esté.
Aceptar es dar un rodeo al sufrimiento y seguir adelante.
Probemos.
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