Los
días especiales no les marca el calendario, al menos el mío. No me gusta que se
determine, en algarada, cuándo hay que recordar a alguien, cuándo felicitarle,
cuándo añorarle. Tampoco me gusta la escenificación del dolor. Posiblemente, no
entienda que a veces es una catarsis colectiva sin embargo, más me parece una
rutina con fecha, día y hora que hay que cumplir.
No
me gustan las obligaciones por sistema, ni las costumbres hechas ley, ni
siquiera me gusta las repeticiones de lo que me ha salido bien porque estoy
convencida de que la siguiente vez será distinto y yo buscaré lo mismo donde ya
no está.
Empiezo
a creer que soy extraña. Que no me gustan los patrones hechos, ni asentir
siguiendo el criterio de la mayoría cuando mi corazón dice otra cosa. Soy un
ser libre al que le gusta atarse por decisión propia, por voluntad continua de
seguir queriendo lo que amo, sin prescripciones de conveniencia, ni tolerancias
de costumbre.
Hoy
se celebra el día de todas las personas que ya no están con nosotros. Un día
del amor, otro de la madre, otro del padre, del amigo…posiblemente esté bien
que así sea porque tal vez habría personas que de no ser así ni siquiera se
acordasen, pero también entiendo que si no tienen el recuerdo pegado al corazón
continuamente, ¿de qué vale que hoy depositen flores en una tumba?.
Yo
no necesito un día para recordar; recuerdo todos y a cada instante. Ni preciso
flores para agradar porque los agrados hay que satisfacerlos cuando la persona
está viva, frente a ti, en tu día a día. Los te quiero han de estar frescos y
renovados para lanzarlos en cualquier momento, aunque los que amemos ya no
estén con nosotros. No puedo decir…”Cuánto la quise…” yo sigo diciendo…”Cuánto
la quiero”...sigue estando viva en mí y a través de mi. Por eso uso el
presente. El pasado es un tiempo yermo que no tiene futuro, ni lo tendrá nunca.
El
jardín de mi corazón florece de nuevo para todos los que sin estar ya, no se
han ido nunca.
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