Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 24 de octubre de 2013

LABERINTO



         Me he levantado pensando en lo conveniente o inconveniente de tener muchas opciones donde elegir. En la actualidad hay mucho de todo. Muchos ámbitos donde estudiar, muchas posibilidades de ocio, muchos campos donde ejercer una profesión, muchas opciones de cambio sentimental, muchas posibilidades para el amor, muchos riesgos, muchos conflictos, muchos prejuicios…
         La verdad es que tener muchas opciones parece una riqueza pero en muchos casos se convierte en un riesgo en el que la torpeza de cada uno puede expresarse con absoluta libertad.
         Es más fácil equivocarse ahora. Hay que tener una gran seguridad en lo que uno quiere para poder con la riada de posibilidades que la vida nos ofrece. Hay una trampa en ello. Nos parece que cuantas más vías transitables existan, mejor caminaremos y, en muchas ocasiones, nos equivocamos.
         Para actuar con libertad hay que tener coraje porque sentirnos libres nos lleva a elegir opciones y a sufrir sus riesgos. Cada decisión tiene un precio y precisamente por él, no se puede tener todo.
         Equivocarnos nos hace sentir estúpidos, a veces, sobre todo si en ello has ido utilizando el autoengaño y te has perdonando a ti mismo antes de juzgarte. Hay errores imperdonables, que nunca se deberían de haber dado y que por mucho que intentes rectificar quedan indelebles para mucho tiempo haciendo daño.
         En la vida, un criterio que deberíamos emplear es la rentabilidad a cualquier nivel. ¿Qué nos aporta el camino que hemos tomado?¿Acaso nos hace sentir mejor?¿merece la pena el beneficio que obtenemos?¿Se mejora algo en nuestra vida con lo que aporta?. Cuando me refiero a rentabilidad rápidamente llega a la cabeza el beneficio material, pero no es precisamente eso lo que más reporta a la persona.
         La rentabilidad emocional, afectiva y emotiva es lo que verdaderamente debe pesar a la hora de invertir en felicidad a corto o largo plazo.
         Dudo si las múltiples opciones que la vida nos pone delante nos facilitan las cosas o las empeoran. Tener claro dónde estamos y a dónde nos queremos dirigir supone una garantía de éxito inmensa. Triunfo que nos deberemos siempre a nosotros mismos en la libertad de ser y llegar a la meta nuestra. Una, única entre todas. Descubrirlo a veces lleva tiempo.
No hay prisa, no debe haberla porque  del resultado posterior dependerá el resto de nuestra felicidad futura. Por eso, si no tenemos clara una opción es mejor sentarse con uno mismo y conversar, lenta y tranquilamente. En el fondo, algo tendremos que decirnos e incluso, tal vez, debamos reñirnos. Todo antes de volver a equivocarnos en lo mismo, porque entonces nadie nos estará engañando salvo nosotros.

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