Una de las cuestiones que más nos une en nuestro trepidante ritmo de vida es la falta de tiempo. Tanto es así que todo lo vivimos como una carrera interminable en la que unas etapas se unen a otras, sin descanso. El amanecer se da la mano con el ocaso y lo que hay en el medio apenas es un día en el que repetimos caminos, itinerarios, rutinas y acciones que pintan de gris el sucederse de nuestras horas.
Lo más curioso es que en ese transcurrir reiterado de lo que hacemos todos los días no nos ocupamos de extraer, para nosotros o nuestros seres más cercanos y queridos, un tiempo de calidad. No es tanto la dedicación a lo largo del cómputo del reloj como la intensidad de los momentos que podamos dedicarnos. A veces, la mayoría, confundimos la cantidad con la calidad y nos conformamos con menos de la segunda si la primera es abundante. Sin embargo, el resultado es lo que importa y no podemos pretender alcanzar logros importantes repitiendo siempre más de lo mismo.
El comentario que hizo una persona de cierta edad sobre la escasa dedicación de las madres a sus hijos hoy en día, removió en mí una vieja discusión que siempre mantuve conmigo misma acerca de la calidad y calidez de las relaciones. No puedo cuantificar el tiempo de presencia en ellas como un factor que garantiza el éxito comunicativo entre los implicados, ni el mayor o menor afecto que se profesen. No por estar más tiempo junto a una persona se da lo mejor de uno mismo.
Hemos de cuidar cada instante regalado a otro, cada porción de vida entregado en un instante, cada suspiro al aire por el que nos acompaña o cada caricia, escondida detrás de la prisa, no concedida. Hemos de vigilar la entrega de nuestra compañía y estar seguros de que cuando estamos junto a los que queremos, sean éstos hijos, pareja, amantes o amigos…lo hagamos intensamente, sin mirar ni importar el reloj, entendiendo siempre que hay instantes eternos que justifican toda una vida.
No por gastar horas ya muertas al lado de una obligación se convierte ésta en devoción. La pasión por compartir el tiempo sin acotaciones debe invadirnos cada vez que tengamos la oportunidad de vivir con intensidad cada segundo. No importa que sean pocos y si no, pensemos en cuánto daríamos por poder estar solo un momento con los que se han ido con parte de nuestra vida en sus manos.
No es cuestión de tiempo el error que cometemos al estar dispersos en tantas actividades. La verdadera equivocación está en no aprovechar al máximo, con todo la fuerza de nuestra intención y todo el fulgor de nuestro corazón, el instante que sea para poder estar al lado de quienes mueven las emociones más íntimas de nuestro ser.
No nos falta tiempo, sino ganas de amar.
" No nos falta tiempo, sino ganas de amar."; ...y cuánto tiempo perdemos en esa "desgana", porque el tiempo cuando se vive amando transcurre de otro modo, esa es una experiencia que merece la pena vivir, y sirve para observar cómo el ego que quiere acaparar el tiempo, nos engaña, y nos convierte en sus esclavos (del tiempo).
ResponderEliminarUn beso
Xara
Xara es cierto...el tiempo en el que se está en el AMOR trancurre en otra dimensión. No hay elementos externos que puedan extraerte de tu estado. Ni llueva, ni haga frío ni calor. Nada importa porque entonces, verdaderamente es cuando vivimos una felicidad interior que no se ve afectada por nada.
ResponderEliminarUn beso y como siempre gracias por tu presencia.