Muchas veces
solamente hay que estar atento a las señales. Cuanto más lo necesitamos, más
señales aparecen. Hay que estar alerta, observar detenidamente, hacer silencio
interior y ver cuando se mira.
Hoy me he
encontrado con este ejercicio. Alguna vez lo he tenido que poner en práctica
porque el papel en el que está escrito parece un tanto ajado, e incluso hay
letras que están borrosas. Ordenaba textos, limpiaba papeles…trataba de
entretenerme mientras muchas preocupaciones me dan vueltas a la cabeza y, de
pronto, apareció ante mí. No sé de quién es, ni tampoco cómo llegó hasta aquí.
Pero está. Aquí, esperándome. Esperándote.
Se trata de
un ejercicio al que poder recurrir cuando sintamos miedo.
Lo comparto
y espero que sea otra muleta más para seguir adelante.
EJERCICIO
PARA LLENARNOS DE FUERZA
Vamos a
elegir un lugar privado, silencioso y tranquilo. Un lugar donde nos encontremos
bien, sosegados o al menos en paz con nuestra soledad.
Lo
primero hagamos una lista de nuestros miedos.
Cerremos
los ojos, después, y tomemos aire profunda y lentamente llevándolo al abdomen y
expulsémosle lo más rápido posible.
Imaginemos
que el aire que tomamos tiene un color azul y el que exhalemos de color gris…en
el primero recogeremos toda la energía que nos rodea, el poder que está en
torno a nosotros y la fuerza que nos invadirá penetrando por cada una de nuestras
células. Visualicemos este color azul brillante llenando nuestro interior. Cuando hayamos repartido esta luz por todo
él, iremos recogiendo los miedos, los temores, las malas sensaciones, las
angustias, los desconciertos…en un aire grisáceo que saldrá rápidamente al
exterior para liberarnos.
Escaneamos
nuestro cuerpo físico, desde la cabeza hasta los dedos de los pies, para
encontrar la energía del miedo…buscamos el miedo…si no lo encontramos, volvamos
a la lista y leamos uno de los miedos anotados en ella y escaneemos nuestro
cuerpo de nuevo.
Una vez
encontrado el miedo, en nuestro cuerpo, simplemente observémoslo. No lo analicemos,
solo observémoslo. Dejemos que esté allí. Dejemos que exista.
Se puede
manifestar en una incomodidad física, como un nudo, un dolor, una energía
localizada molesta, un pensamiento, una memoria o simplemente una emoción del
miedo.
Sólo
mirémoslo.
Observémosle.
Sintámoslo.
Y digamos…
“miedo, eres bienvenido aquí”…démosle la bienvenida y permitámosle que crezca y
se exprese en nosotros pero sin analizarlo. Permitamos que vengan…palabras,
pensamientos…memorias y rastreemos su movimiento, si cambia a otra emoción o si
se traslada en nuestro ser físico.
Ahora
acerquémonos a él y abracémosle…démosle luz y amor…agradeciendo cualquier
trabajo que haya tenido, como misión, en nosotros y por estar con nosotros
tanto tiempo.
Ahora…soltémosle
y entreguémosle al universo, que se vaya libre hacia el origen.
Respiremos
profundo ahora de nuevo. Mientras inhalamos, aspiremos amor y luz …y cuando
exhalemos dejemos que esa luz invada el espacio que ocupaba el miedo.
Ahora
solamente respiremos despacio y profundo. Serenamente. Todo está bien.
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