Esta tarde he estado conversando con
una persona que está en la fase de superar los efectos de un cáncer. Ella me
decía que era ya una mujer marcada, que su vida no volvería a ser igual y que a
partir de su enfermedad había un antes y un después.
Todo lo que me decía era verdad. Sin
embargo, una verdad de la cual podían sacarse muchos aspectos positivos. Nadie
sabemos cuándo será nuestro final. Parece que las personas que tienen un
historial clínico amplio están señaladas por el destino, pero tampoco podemos prever
que se irán antes que nosotros.
En
ocasiones ni siquiera eso importa. Lo que interesa es lo que hayamos aprendido
en el camino y para qué ha servido todo lo que nos sucede y si verdaderamente
los que somos diferentes antes y después de las sacudidas de la vida, somos
nosotros.
Cuando
aludo al cambio que se opera durante los procesos de shock, pienso siempre en
lo que podemos mejorar dentro del estado de malestar que suframos. Porque sin
duda de todo se aprende.
Las
enfermedades gritan lo que el corazón calla, muchas veces. Son como válvulas de
escape de los sentimientos atascados, de las frustraciones, de la impotencia o
del desasosiego.
Deberíamos
hacer un frente común ante la gente
tóxica. Rechazar de plano el veneno que lanzan con sus quejas, sus
inseguridades o sus miedos. Que no seamos el cesto que lo recoge y cobija todo.
Que no abramos nuestras puertas para dar cabida a lo nocivo de los demás. Bastante tenemos con espantar nuestros
propios fantasmas. Bastante con recomponer las piezas de nuestro puzle cuando
se descolocan, pero sobre todo, bastante pasamos ya con los acontecimientos que
están reservados para nuestro nombre y apellidos, en el día a día.
No
creo que debamos sentirnos personas marcadas con lo que nos va pasando porque
el destino, entonces, marca a todo el mundo antes o después.
Lo
que defiendo por encima de todo es la actitud de cuidado que debemos poner para
con nosotros mismos a la hora de aceptar los deshechos de los demás, su basura
mental y esa especie de drenaje tóxico que se colocan hábilmente con la
desembocadura en nuestro corazón.
El
destino nos va marcando el camino pero siempre podemos elegir con qué tipo de
calzado transitarlo y que personas han de ir a nuestro lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario