Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 22 de septiembre de 2011

CERRANDO ETAPAS

Uno no siempre sabe cuando una etapa se termina, incluso, la mayoría de las veces, no quiere saberlo. Acabar un periodo significa terminar con lo que se vivió en él, sea bueno o malo. Indiscutiblemente, estamos  demasiado apegados hasta a aquello que nos perjudica. Muchas veces, aunque las etapas se hayan terminado nos empeñamos en seguir prolongándolas para sentir que nada cambia y lograr, de algún modo, esa especie de espacio seguro donde se conoce el camino. Nos quedamos atrapados en el pasado como si cualquier tiempo anterior fuese mejor. Revivimos viejas historias, relaciones imposibles, sueños perdidos y abrimos ese baúl lleno de esperanzas rotas que siempre nos espera. Sabemos que no es un buen lugar para refugiarnos pero preferimos quedarnos quietos en lo que sucedió, antes de arriesgarnos a ser felices.
Cerrar etapas cuesta. Y cuesta tanto porque en realidad siempre estamos dispuestos a sentir una mano que mece los sueños que quedaron dormidos en el ayer. Comenzar cosas nuevas siempre es arriesgado. Pero el riesgo también incluye la posibilidad de mejorar, esa que muchas veces parece que se ha ido de nuestra mente a fuerza de temer lo nuevo.
Decir SI siempre es mucho más comprometido que enunciar el NO. Cuando uno acepta, se expone. Se sitúa en un lugar preferente donde debe protagonizar la acción. No vale esperar a que nos lo den hecho. Y si llega el fracaso, más tarde, tendremos que asumirlo como lo haremos gustosos si lo que viene es el triunfo. Cuando uno se niega a aceptar responsabilidades se aparta de las vibraciones positivas que colaboran para que todo nos salga bien. Es como decirle al universo que preferimos esperar en la otra orilla por mucho que esto signifique no participar del festín. Nos paralizamos y en ese inmovilismo nos recubrimos con un sólido escudo que no deja penetrar la luz. Es curioso como precisamente desde la oscuridad del agujero negro que nos cobija ansiamos el resplandor que atisbamos en el exterior. Pero nunca abrimos las ventanas para que penetre hasta el fondo.
Cuando algo termina lo hace irremediablemente. Saber cerrar la página de ese trocito de historia significará saber abrir el corazón a lo que venga después. Nada pasa sin razón. No recordamos por qué debe dar un giro nuestra vida. Aquel plan inicial de nuestro proyecto biográfico ha quedado desdibujado en la memoria, sin embargo no en el corazón porque cuando uno debe cambiar, tomar otro rumbo o simplemente actuar de otro modo, lo sabe, lo intuye y lo necesita. Esa es la mejor prueba de que no ocurre por obligación, sino por conveniencia. Estemos tranquilos y si es necesario… comencemos el primer día de nuestra nueva etapa.

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