No hay duda que el destino es caprichoso. Nos eleva hasta lo más alto o nos lanza a la sima del abismo sin miramiento. Y no sabemos por qué, ni cómo, ni en qué momento se produce. No está en nuestra mano evitar lo malo ni provocar lo bueno.
Hay personas que temen las épocas de bonanza. Es como si después de ser muy feliz tuviéramos que pasar por lo contario. Una vida cíclica que nos zarandea sin permiso.
No sabemos cuándo una persona entra en tu vida lo que puede significar, ni por el contrario lo que significará perderla. Hay algunas que sellan tu corazón para siempre, mientras otras, sin saber por qué, te dejan indiferente.
Estamos pendientes de un hilo y ese hilo no lo manejamos nosotros. De pronto, la vida te sorprende y crees haber encontrado la gloria. O estás en ella y algo pasa que el castillo de naipes se derrumba sin haber movido ni un solo dedo. Uno siente que no es dueño de nada ni lo puede retener. Que las cosas suceden y no podemos nada más que disfrutarlas mientras las tenemos cerca y guardar su aroma cuando se alejan.
La vida suele recolocar el corazón. Se encarga, eso sí, muy lentamente a veces, de que todo vuelva a comenzar; otras veces, ni ella misma lo consigue y lo que está tan dentro de ti muere contigo.
Así es el loco devenir de la existencia.
Hay que disfrutar del momento
ResponderEliminarSí efectivamente, es lo único que tenemos. El futuro es un presente continuo.Gracias por el comentario.
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