Una
de las habilidades sociales más eficaces que podemos tener es la de “saber
decir no”. La superación de esta pericia es cuando al decirlo parece que
estamos acogiendo y entendiendo al contrario.
Nunca
he gozado de esta habilidad. He reflexionado mucho el por qué de este fallo.
Posiblemente porque me importa más cómo se sientan el otro que lo que sufra yo
misma.
He
leído al respecto. He conversado, colocado este tema como debate en mis clases
y navegado por la red buscando respuestas.
Hay
muchas razones para actuar así a quienes nos cuesta negarnos a un
requerimiento. Desde lo que va a ocasionar
a la otra persona la negativa, hasta el supuesto “afecto” perdido en
ello, si se produce, o el sentido del ridículo que repercute en la situación
concreta.
Posiblemente
hay en ello una especie de reflejo de lo que nos enseñaron. “Hay que ayudar”,
“Debemos ser corteses”, “hay que elegir lo mejor para el resto”…mensajes y
contenidos en los que uno queda en último lugar.
Soy
una persona que analizo pormenorizadamente lo que me sucede. Tengo una memoria
fotográfica y no se me escapa lo que oyen mis oídos, pero también hay algo
negativo y es que todo esto me pasa a cámara lenta después de reaccionar con
impulsividad. O sea una explosiva mezcla nada buena para mí.
Se
me olvida que tengo que poner en práctica el consabido método de contar hasta
mil antes de responder, antes de implicarme, antes de comprometerme.
Creo
que necesitaría camiones y camiones de serenidad. Calma y sosiego para las
respuestas. Reposo ante lo que oiga. Quietud ante las controversias y esa
especie de actitud casi burlona en la que pueda tomar distancia de lo que me
sucede.
Será ésta la única forma de saber reaccionar a tiempo, de decir NO cuando
de verdad no me apetezca algo, de ponerme la primera de lo primero y de estimar
mis necesidades por encima de quien, a veces, ni conozco. Lo peor es que
también me pasa con quienes están cerca. En este caso parece más
perdonable…pero a veces también más doloroso.
Saber decir NO es un arte difícil de manejar sobre todo cuando el "No" proviene de una mujer; generalmente es un "no condicionado" y la mayorñia de las veces es un " No-pero-si".
ResponderEliminarSin lugar a dudas tener el temple para decir no es parte de arte de saber vivir, porque en la gran mayoría de situaciones el "No" implica compromiso no deseado y solo la conveniencia o la debilidad ante la cara-de-yo-no-fui de quien necesita el "si" no lleva a ceder y nuestro "no-amado" se nos queda enredado en la conciencia culpable.
El Marqués
Sabio Marqués!, sobre todo con las mujeres.
ResponderEliminarEfectivamente muchas veces nuestros "NO" son un claro "SI"...un poco contradictorias, un tanto deseosas de que el otro lo averigüe el deseo no manifiesto o muy acostumbradas al camino de facilitar las cosas desde el "deber" de la negativa.
Gracias***
A las mujeres no hay que entenderlas...solo amarlas...!
ResponderEliminarE.M.
Que comentario tan bonito! Si se AMA, se COMPRENDE TODO.***
ResponderEliminarEl Marqués sabe a qué se refiere cuando habla de "amar sin cuestionar", es un viejo zorro toreado en varias plazas.
ResponderEliminarSi, el comentario es muy bonito, sobre todo si partimos del hecho de que las mujeres aman con el corazón y los hombres con el pensamiento.
Quiero decir ..." del principio " en vez del "hecho".
ResponderEliminarSugerente aclaración, graciass*
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