Nos
tienen convencidos de que mirar atrás no es bueno. Que el pasado terminó. Que
lo que atrás queda adelante no se lleva y sobre todo que lo único que existe es
el momento presente, el “aquí”, el “ahora”.
Puede
que sea así. Puede que de nada sirvan lamentos, arrepentimientos, suspiros o
lágrimas ligadas a lo que fue o dejó de ser. Puede que el tiempo vivido lleve
sus glorias y sus penas lejos de lo que hoy somos. Sin embargo, el punto en donde nos encontramos
tiene una biografía detrás, unos porqués que dan nombres y apellidos a las
situaciones que ahora vivimos y, fundamentalmente, un aprendizaje
importantísimo del que gozamos en lo que ahora somos.
Cada
vez me convenzo más de que cuando aprendemos crecemos, no cambiamos. Desde que llegamos
a esta existencia real, de la que ahora somos protagonistas, somos los mismos;
la misma esencia en el mismo frasco, el mismo aroma en la misma alma, el mismo
color en el arco iris del corazón, lo mismo de lo mismo pretendiendo mejorarse ininterrumpidamente.
No
sabemos el rumbo. Tenemos los ojos tapados a lo esencial, en muchas ocasiones,
damos bandazos, subimos al cielo y bajamos a los infiernos, nos morimos de gozo
o nos hundimos en la perdición. Estamos arriba o llegamos abajo pero en el
medio y siempre, somos nosotros.
Me
planteo muchas veces si alguien puede enseñar algo a otro. Creo que cuando
parece que aprendemos de los demás en realidad lo que hacemos no es repetir lo
que ellos hacen y parece bien aceptado, sino impregnarnos de esa esencial
propia de cada cual que se capta o no, sin poder decidir sobre si nos llega y
transforma o si nos toca y se va.
Solo
la experiencia propia puede permitirnos mirar atrás con dulzura hasta los
momentos más amargos. Solo uno se acompaña a sí mismo siempre y si queremos
encontrar mejor compañía aun, miremos más dentro, más y más…ahí en el centro de
todo centro…en ese punto habremos encontrado la chispa divina que nos
constituye.
Entonces
en ese momento, en esa unión única…el miedo se diluye y sucede algo
extraordinario: comenzamos a vernos desde fuera y podemos advertir que nadie
puede dañarnos, que nada nos quebrantará nunca porque lo esencial, desde donde
nos miramos, es inamovible e imperturbable.
Somos polvo de estrellas.....espíritu imperturbable que vive cada expirencia como una oportunidad del espíritu eterno.
ResponderEliminarExcelente sincretismo! Eso somos...eso hemos sido y eso seremos por siempre!
ResponderEliminarEl "Gran Espíritu" es la síntesis de todos los sincretismos: en El-Ella somos eternos.
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