Hoy
me he dado cuenta de que hay momentos en los que no somos conscientes de lo que
hacemos. Suelen coincidir con las emociones fuertes, aquellas que rozan la
gloria o las que se enfangan por el infierno.
He
tenido ocasión de tener delante a personas que han hecho grandes ofensas a
otras o, por el contrario, a gente que
han puesto el mundo a los pies de una tercera. En ambas ocasiones la percepción
de lo que han protagonizado ha sido la misma. No se reconocen en la intensidad
de sus actos. Ni en los malos, ni en los buenos.
Es
realmente algo a tener en cuenta, porque quien sufre o goza de tales acciones
les juzga en consecuencia; y hace florecer el rencor, el odio o el amor sin
medida.
Frecuentemente,
cuando se pasa la cuenta de lo que hemos sufrido a causa de las acciones ajenas
o gozado con otras opuestas, no somos
justos. Y no lo somos porque es difícil ser imparciales; no nos damos cuenta que ellos tal vez nunca
quisieron hacerlo tan mal o tan bien. Y ahora niegan que así fuese.
Merece
comprensión el asunto. Si realmente no fueron conscientes del daño que hacían o
del placer que proporcionaban, tampoco lo serán más tarde del dolor que
causaron o del gozo que ha dejado de proferir.
Es
estúpido valorarlo a tiempo pasado.
Cada
situación en la que nos vemos descolocados nos impele a comportarnos de forma
extraña a lo que somos por eso no nos reconocemos luego cuando alguien nos dice
lo que pasó. Es como si nos hubiésemos transformado momentáneamente y en ese
cambio perdiésemos la memoria.
Luego
cuando llega la calma, todo vuelve a su ser y seguro que quien fuimos en aquel
centro del volcán ya no está.
He
tenido que sufrirlo varias veces y he probado ambas cosas. Quien me causó dolor
inmenso y quien me elevó al cielo. También me he dado cuenta de que esas dos
personas no se han dado ni la mitad de la cuenta de lo que hicieron.
¿Puedo sentirme mal por lo que pasó, en un
caso, o por lo que ha dejado de pasar en el otro?.
No
me queda ningún otro camino que no sea la aceptación y la infinita comprensión para
con lo que seguro me habrá pasado también a mí.
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