Siempre
nos han dicho que tenemos a nuestro lado un ángel dedicado a nosotros; uno para
cada uno. Un ser que nos protege y nos cuida o al menos nos advierte de los
peligros en los que podemos caer.
Cuando
éramos niños casi podíamos apreciar la sensación que provocaba el nuestro,
imaginando su halo de luz cerca de cada acto o cada paso que dábamos. Sin
embargo, al ir creciendo parece que su
presencia se iba esfumando. Es como si se hubiese detenido distraído en
cualquier esquina y nosotros siguiésemos caminando perdiéndole de vista.
Primeramente,
tal vez seamos nosotros quien le hayamos abandonado a él. Al pasar el tiempo y
dejar la niñez, vamos dejando de necesitarle. Aparecemos nosotros en primer
plano; protagonistas absolutos de una
historia que pasa de divertida y extraordinaria a
complicada y difícil, en muchas ocasiones. Y el ángel se convierte entonces en
otros apoyos que también se irán.
Uno
se da cuenta de nuevo, cuando han pasado muchos años y multitud de sucesos, que sigue necesitándole cerca, tan cerca que
pueda tocarle y susurrar en su oído las soledades que nos invaden, las lágrimas
que bebemos sin hacer ruido, las miradas amargas perdidas en un horizonte sin límites,
los deseos no alcanzados o ese amor imposible
que no cesa de arañar las entrañas.
Creo
que todos deberíamos recrear nuestro ángel, sentir su presencia haciéndonos
niños de nuevo, creer en que su mano, sin rozar la nuestra, es capaz de
sacarnos de los hoyos más profundos. Imaginar que con solo mirarnos habremos
perdido el miedo y que su aliento será esperanza luminosa en nuestra alma.
Un
ángel con sexo, capaz de añadir a la bondad de su protección la singular caricia
llena de magia que nos haga sentir
infinitamente amados.
No
es difícil imaginarlo o tal vez solamente tengamos que mirar a nuestro
alrededor; posiblemente ya haya uno y no hayamos visto sus alas.
Su aleteo sutil vuela lejos... acompaña nuestros sueños en las noches y retorna al amanecer cargado de esperanza.
ResponderEliminarSi querida Flor y Nata...el ángel existe y és, solo basta nombrarlo para que se presente presto a nuestras órdenes por absurdas que sea.
Pero hemos perdido la capacidad de nombrarlo porque hemos creado otras ilusiones en donde él no nos necesita y se queda esperando que lo invoquemos.
Dejamos de ser niños.... una condición simple para volver a soñar.
Orange
Efectivamente Orange,solamente en la incoente sabiduría de un niño puede darse la presencia de los ángeles. No hay más remedio que rescatar lo que de niño queda en cada uno!***
ResponderEliminar"Si no os haceis semejantes a los niños no entrareis al reino " dijo el carpintero de Nazareth y muchos se quedaron en las palabras.
ResponderEliminarNN